En una emotiva conversación con Días de Areco, Gustavo Grasl recordó al sacerdote Alfredo Kelly, uno de los cinco religiosos asesinados el 4 de julio de 1976 en Belgrano, en la conocida como Masacre de San Patricio.

Gustavo Grasl, durante un buen tiempo vecino de la calle Bolívar en una vivienda ubicada a pocas cuadras de la iglesia, integró el grupo de jóvenes que a finales de la década del 60 y principios de los 70 organizó Alfie Kelly  y que se reunía en el sótano de la casa parroquial de San Patricio. En esos años, el sacerdote repitió en San Antonio de Areco el modelo exitoso que había puesto en práctica en Mercedes para acercar a la juventud. Dada la afinidad y la armonía que habían logrado en la convivencia, muchos de esos muchachos consideraban a Kelly como a un hermano mayor.

A partir de marzo de 1973, el padre Kevin O’Neill se hizo cargo de la parroquia y Gustavo también entabló con él una relación de admiración y cercanía.

Grasl, que vivió en La Plata y en  Buenos Aires, cuando retornó a nuestra ciudad se sumó a la Comisión Permanente de Recuerdo de los Mártires Palotinos que formalizó su actividad a partir de 1991.

¿Qué recuerdos le quedan del 4 de julio de 1976?

“Es ese entonces vivía en La Plata. Estaba estudiando ciencias económicas. Era una época bastante compleja en cuanto a la seguridad. Trabajaba en el centro pero vivía en un barrio alejado, El Mondongo, cerca de la cancha de Gimnasia, y había mucha actividad política, de las distintas fuerzas que se manifestaban en contra. Tenías miedo de los Montoneros y tenías miedo de la policía. Tenía 20 años y la pasábamos mal porque hacía pocos meses que se había producido el golpe militar y una parte de la sociedad lo apoyaba pero otra no. Era como la grieta de aquel momento y era enorme. Ese era el contexto de un tiempo muy complejo. Social y políticamente muy complejo. Si bien no tenía una convicción política muy fuerte, obviamente que no estaba con las Fuerzas Armadas ni con el sistema de gobierno que había, pero la otra parte tampoco me gustaba. Era todo muy confuso”.

¿Cómo se enteró de los asesinatos en la parroquia San Patricio de Belgrano?

“Nos enteramos ese mismo mediodía y lo confirmamos hablando por teléfono a Areco. La verdad es que venía poco para acá, por cuestiones económicas, por el costo del viaje y además las comunicaciones eran rudimentarias. Creo que me avisaron mis viejos pero me prohibieron terminantemente ir a Buenos Aires, cosa que después me arrepentí durante toda mi vida, por miedo a la que podría pasar”.

¿Qué relación tenía usted con el Padre Alfie Kelly y con la iglesia San Patricio?

“A San Patricio fui desde súper chiquito. Me acuerdo de  Roberto Brady en la cancha de fútbol y que iba a jugar con los botones. Fui monaguillo desde muy chiquitito cuando todavía la misa era en latín y con el cura de espaldas. No sé, tendría 7 años y cuando llegó Alfie Kelly a la iglesia yo ya estaba ahí, afincado. El contacto con Alfie fue diario, permanente. También estuve varios años en los grupos juveniles, nacidos de una rama del movimiento para la juventud que había en Mercedes. Hice algunos cursillos y sí, en esa época estuve muy apegado a la iglesia. Profesaba la religión, cosa que hoy no hago. San Patricio era mi lugar. Alfie era como un hermano mayor de un grupo grande de 20 o 30 muchachos y más o menos todos de la misma edad. Kelly nos había autorizado a utilizar para las reuniones un sótano que estaba debajo de la cocina. Lo limpiamos, lo pintamos, conseguimos unos bancos. Nos sentíamos como dueños de San Patricio. La verdad es que teníamos una libertad tremenda, pero siempre regenteados por Alfie Kelly. Teníamos una conexión directa con la juventud de Mercedes. Rezábamos, cantábamos, había una liturgia, Kelly hasta nos daba misa en ese sótano. Compartimos el tiempo donde estaban los novicios que estuvieron dos años viviendo en San Patricio. Fundamentalmente recuerdo eso de Alfie”.

¿En esa época también conoció a Salvador Barbeito?

“También conocí mucho a Salvador Barbeito porque estaba conectado con los grupos juveniles de Buenos Aires y venía a hacer campamentos a La Porteña. Kelly me vinculó con él y fui a un par de campamentos que eran tipo retiros pero más laxos. No era un encierro para rezar y nada más. Era tratar con gente, conectarse desde lo religioso y se había generado mucha afinidad”.

Además tuvo una relación muy cercana con el padre Kevin O’Neill…

“Cuando Alfie se fue a Belgrano quedó a cargo de la parroquia Kevin O’Neill, que ya estaba en San Patricio. Hasta fui secretario de Kevin por un tiempito. No quiero poner adjetivos pero eran unos tipos de la gran siete. A Kevin lo quise con todo el corazón porque era un tipo excepcional. Yo ya era más grande y veía las cosas distintas. Tenía hasta mi propio cuarto en San Patricio y a mí me encantaba hacer ese tipo de vida”.

¿Qué más podría decir de Alfie Kelly?

“Kelly era un inglés divertido. Honesto consigo mismo y con todos nosotros. Para mí rompió el molde de lo que era un cura. El cura era una persona distante pero Alfie era un amigo, uno más del grupo. Era conocido de mi familia, de papá, de mamá, entonces a veces venía a comer a casa. Te repito: era como un hermano grande, bastante más grande pero como un hermano. Muchas veces fue a pasar el día a unos campamentos que hacíamos en un campo de la familia de Daniel Matheu. Era como un compañero nuestro pero muy recto. Si te tenía que zamarrear te zamarreaba. No tenía ningún problema. Jugábamos al fútbol y el cura iba con la pierna fuerte y si le dábamos alguna patada, peor todavía. Era una mezcla de padre espiritual y hermano mayor, que nos guiaba, además de ser un tipo macanudo”.

¿Cómo podría describir a Kevin O’Neill?

“Lo veías a O’Neill y era chiquitito, flaquito, colorado, sin espaldas casi pero era un maestro. Todos le decíamos el tío y era una persona espectacular. Era querible ciento por ciento. Era simpático pero recto. Era estudioso, un profesor, un maestro. Con él podías hablar de cualquier cosa porque sabía de todo. Tenía una paz enorme y era imposible hacerlo calentar pero sí se enojaba, bueno… Me acuerdo que O’Neill pensaba que yo iba a ser cura y me alentaba para que lo fuera, pero eso estaba lejos de mis intenciones. Un año lo acompañé a Añatuya porque los Palotinos tenían una misión ahí. Era en un monte de Santiago del Estero. Estuvimos como 10 días misionando. Kevin era un genio, un verdadero maestro”.

Para muchas personas, incluidas las que integran la comisión de recuerdo en San Antonio de Areco, Kevin O’Neill es el sexto mártir…

“Sí, hay muchas personas que lo piensan y lo dicen y hasta lo dijo Capalozza en una charla que dio en Areco. Para él, que se quedó, la situación fue complicadísima. En ese momento Kevin tuvo que dar muchas explicaciones. Creo que para la congregación, el papel de Kevin fue muy difícil, muy complejo. Lo mismo que para el pueblo de San Antonio de Areco. Con ese aspecto de hombre frágil y blandito, al menos como yo lo veía, se hizo cargo de todo. Desde ese domingo 4 de julio de 1976 se plantó con firmeza, puso todo arriba de la mesa y se la aguantó”.

¿Por qué integra esta Comisión de Homenaje Permanente a los Mártires Palotinos?

“En el colegio Santa María fui alumno de Roberto Sabanti y de Pascual Giuliano. Pero especialmente me llevaba muy bien con Pascual. Creo que lo tuve dos años como profesor de contabilidad y yo era su alumno preferido. Me acuerdo que era gerente de un banco. Yo tenía 14 o 15 años. Me encantaba la materia y Pascual la daba muy bien. Después, aunque me fui a estudiar a La Plata y a trabajar a Buenos Aires, seguimos conectados. Volví a San Antonio de Areco en 1988 y a los pocos años de que arrancó la comisión me invitaron a participar. No me acuerdo las fechas exactas. Me invitó Pascual pero claro que también conocía a Camilo Fagnani, otro personaje espectacular. En ese entonces ya estaba el Pata Fernández”.

¿Qué piensa, a la distancia y con el paso del tiempo, de ese 4 de julio de 1976 y del esfuerzo por mantener viva la memoria del hecho?

“Tengo dos o tres pensamientos al respecto. Uno de ellos es que nos hemos creado una grata obligación. Los que estamos en la comisión pensamos que es una obligación pero tenemos ganas de que así sea apuntando a este sentido: la memoria es muy frágil, tanto que repetimos cosas durante toda la vida. Yo me propuse, que aunque sea eso, se mantenga. El acto se hace solo aunque ahora tenemos un movimiento distinto porque se sumaron personas nuevas y eso me gusta, está bueno. Creo que tenemos la obligación de recordarlos, de hacer ese homenaje, de mantener la cuestión viva. Estamos convencidos que son mártires y que así tendrían que ser declarados por la iglesia y tal vez nuestro trabajo ayude en algo porque ya hace varias décadas que estamos en esto. Miras las fotos viejas de la comisión y éramos todos jovencitos cuando empezamos. Creo que el 4 de julio es eso, fundamentalmente recordarlos a ellos, tener presente el por qué, recordar qué era lo que hacían. Yo hoy no estoy para nada vinculado a la religión pero estos tipos eran buenos tipos. Cada uno con su forma de pensar. Alfie era un guapo, con una entereza y una habilidad espectacular, para nada miedoso y en momentos muy complejos. Los terminaron matando porque en esa época eran personas, no sé si decir peligrosas, pero sí que lo eran para ciertas mentes. Lo que ellos hacían y decían era peligroso para ciertas mentes. A mi forma de ver los mataron por esa razón. Acá no hubo un error ni nada por el estilo. El que fue a una misa a Belgrano se da cuenta en el lugar en el que estaban. Ahí una prédica como la de Alfie Kelly incomodaba a un enorme porcentaje de los asistentes. Más en ese momento, porque insisto que hay que ubicarse en la época. Mataban gente, la chupaban, la secuestraban, la mataban. Alfie le llegó a decir que había cucarachas entre sus feligreses. Eso era peligroso para algunas cabezas y le cayeron con todo. Ellos les molestaban a mucha gente”.

Durante todos estos años, más de 30 ya, en la comisión conviven personas que piensan de manera muy diferente…

“Me encanta formar parte de esta comisión porque nos trenzamos vuelta a vuelta porque pensamos distinto. Alfie Kelly, Salvador, Emilio y no sé los otros curas porque no los conocí tanto, tenían formas distintas de encarar sus vidas. No hablo de la ideología porque no se tanto de eso. A nosotros, en la comisión, nos pasa lo mismo y es como un enjambre de opiniones. Cada uno tiene su actividad, somos grandes y cada uno se formó de manera diferente. Está claro que somos muy distintos, que discutimos un millón de veces, pero todos tenemos el mismo objetivo. Somos distintos, pensamos muy distinto en política, sin ninguna duda, pero todos creemos que son mártires, que son personas que lucharon por un ideal dentro de la iglesia católica”.

Un comentario en «Gustavo Grasl recordó a Alfie Kelly y los Mártires Palotinos»
  1. Muy buena entrevista .De eso se trata:mantener viva la memoria. Para ello,ademas de destacar las virtudes de los cinco asesinados, nunca dejar de insistir en situar el contexto: La dictadura civica militar con la complicidad de la cupula. eclesiastica.
    El testimonio de los que fuimos sus compañeros de ruta es claramente esencial para sostener la MEMORIA .Queda pendiente la VERDAD Y LA JUSTICIA.

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