Indi Boom, el artista circense y clown que se radicó en Areco hace ya algunos años, repasó su formación y habló de las propuestas que desarrolla en nuestra ciudad.
Hoy parte del equipo del Galpón Chamico, da en ese espacio un taller de palo chino, participa de las varietés y está trabajando en nuevos espectáculos.
¿Cómo comenzaste tu camino como artista?
“Siempre me llevó un poco la curiosidad y lo social y fui probando distintas cosas, así que lo laboral con el circo tampoco tengo ni tuve muy claro hacia dónde iba a ir, qué iba a pasar, en qué se iba a transformar. Sí fui armando como pequeños desafíos o cosas que quería cumplir. Lo primero que me acuerdo con el circo es que estaba viendo malvares y quería poder tirar pases con otra persona, hacer eso que veía y me gustaba. Me ha tocado trabajar animando fiestas y cumples, haciendo eventos para escuelas, funciones para municipalidades, picoteando un poco y armando una agenda”.
¿Tenías la idea de apuntar al circo, inicialmente?
“El circo en sí nunca fue mi objetivo claro, sino que llegué ahí. De chico mi vieja me llevaba mucho a ver los títeres del Teatro San Martín y me acuerdo que una vez vino a la escuela una compañía de títeres, el actor se quedó dando un taller y me quise sumar al toque. Eso creo que fue lo primero que hice como artístico y después encaré más por el lado del dibujo y la pintura. Anduve con profes particulares en el secundario y después me metí si en el IUNA de bellas artes. Estuve dos o tres años dando vueltas por ahí, laburando dibujo, pintura y escultura. Para eso momento ya había hecho teatro, pero todavía no había llegado al circo más allá de que de chico iba al Circo de la Costa en algún momento y me flasheaba la cabeza. También a ver algún circo de barrio que venía y todos los veranos íbamos con mi familia a Mar de Ajó y veía todos los espectáculos de la peatonal. Eso era lo que mamaba del circo de chico y recién a los 24 me metí en la UNTREF, que da la carrera de circo”.
¿Antes de entrar a la UNTREF habías hecho algo más de circo?
“Antes de eso, a los 22 más o menos, hice el primer taller de circo en el galpón de Catalina Sur en La Boca. El ambiente estaba muy bueno y era más que nada desde lo social, no era tan profesional. Ahí empecé a hacer circo, estuve más o menos desde los 22 hasta los 24 y por ahí tomaba algún otro taller en otros centros culturales. Iba probando unos meses con un profe, con un elemento y otro, iba picoteando, conociendo y metiéndome más, además de ir a varietés y espectáculos. Pero hasta ahí el circo era un taller, un hobby. Disfrutaba de ir a espectáculos y de la comunidad, de encontrar un lugar donde me sentía cómodo y compartía”.
¿Y cómo fue tu experiencia en UNTREF?
“Con el tiempo el taller fue decayendo y empecé a preguntarme si quería parar ahí o profundizar con el circo. Finalmente elegí profundizar y me metí a UNTREF que tenía la carrera universitaria de intérprete de las artes del circo, así que me encantó. Me gustó mucho la idea de volver a la universidad, de que sea gratis y en una universidad nueva, muy linda y muy organizada. Ahí sí fue como formalizar en serio porque quizás en la carrera no llegás a hacer un entrenamiento profesional, pero por lo menos tocás varios puntos y entrenás mucho todos los días, además de la parte teórica. La universidad es gratuita y tenía una beca y un comedor barato, así que con ese combo uno podía pasarse el día entrenando de lunes a viernes y a la mañana hacer las materias teóricas. Esa formación que la dejé trunca, hice un poquito más de la mitad del costado físico. En ese tiempo también estuve haciendo clown porque siempre me gustó la parte más del humor, del teatro, lo físico era siempre algo más secundario y de hecho lo sigue siendo. Lo que me gusta es pensar ideas, escribirlas, armar un gag o un pequeño número con una secuencia y si es físico, me gusta más que sea por el lado de la comedia física, ver si me caigo, si me tropiezo, qué gesto hago”.
¿Cómo conociste Areco?
“Cuando conocí Areco todavía no tenía bien claro qué iba a conseguir o si iba a vivir del circo. Venía de organizar varietés con amigos, pero no vivía de eso ni del circo. En el taller del Catalina lo conocía a Lucho Luchiani y él nos empezó a invitar a pasar año nuevo acá en Areco porque organizaba una variété el 28 de diciembre en el Galpón Chamico. Vinimos tres años seguidos: algunos de los chicos del grupo que teníamos en el Catalina se presentaban y yo venía de espectador, hacíamos la varieté y después nos quedábamos a festejar año nuevo. Ahí la conocí a Caro Oviedo, mi actual compañera y tuvimos toda una historieta porque ella se iba seis meses a vivir a Chile y yo me quedaba en Capital que empezaba la carrera de circo. Nos conocimos, compartimos un mes, ella se fue a chile y después seguimos a distancia. Estuvimos seis meses via Skype, después me fui a buscarla en las vacaciones de invierno, nos volvimos acá a Buenos Aires juntos los dos y ella se quedó en Areco y yo en Capital. Eso fue hace más de 10 años, Lucho siguió siendo un amigo, las varietés del 28 de diciembre no se siguieron celebrando, pero yo quedé enganchado con Areco y con Caro. Además, cuando conocí Areco me enamoré también. No me gustaba la ciudad, siempre viví en la zona sur de capital y me gustaban las casas antiguas, los caserones. No me quería quedar en capital y cuando conocí Areco me pareció precioso: la bicicleta, el perro, la tranquilidad, el río. Después apareció Caro y con el paso del tiempo la relación ya pedía un poco más, yo tenía que ponerme las pilas con la carrera o dejarla morir y continuar con otro proyecto, no postergar por lo menos ese proyecto de convivencia, así que decidí venir para aca”.
¿A qué te dedicaste una vez que te radicaste en Areco?
“En la UNTREF empecé a entrenar palo chino, después investigué un poco más, profundicé con talleres. Después ya me vine Areco y fue medio muy difícil tomar talleres, así que la idea era, con todo el bagaje que tenía, bajar un poco la info y trabajar de esto. Empecé a trabajar los sábados en un Centro de Actividades Infantiles en la Escuela 8 y era un caos, no me pagaron durante todo un año, pero fue divertido compartir con los chicos. Después empezamos a dar un taller con Caro donde hacíamos circo y plástica para niños. Fue una propuesta muy linda que duró un par de años y también empecé a animar y hacer fiestas infantiles, además de algunas presentaciones en escuelas y espectáculos en lo local. También con la info que tenía de palo chino me puse a trabajar en un número que lo combinara con clown, con mi costado de payaso. Fui armando la estructura para un espectáculo unipersonal de circo más callejero y estuvimos un año trabajando con Caro para el proyecto de un viaje por Latinoamérica en el que ella iba a trabajar con sus murales y yo con el circo. Compramos un auto y una casa rodante, la preparamos, yo compré equipos y vestuarios para el espectáculo. Estuvimos viajando un año y medio hasta que llegó la pandemia”.
¿Qué planificás ahora?
“Ahora, laboralmente, la idea es quedarme con el espectáculo y ver de vender las funciones durante el año, armar algún circuito, ampliar la zona y ver si otras municipalidades también tienen un poquito más de onda y más organización que acá. Además mantener el taller de palo chino acá en el galpón, que sé que no va a ser populoso pero si puedo compartir lo que me gusta y transmitirles la pasión, que lo entrenen y lo disfruten, eso es lo importante”.