Pancho Rebollo Paz, fotógrafo para la conservación y ex Director de Espacios Verdes de Areco, está en la Antártida cubriendo el final de la campaña de verano. En este texto exclusivo para Días de Areco cuenta su experiencia en primera persona y detalla cómo es cumplir el sueño de conocer el continente blanco y poder retratar su flora y fauna.
Base Carlini, Antártida Argentina, 15 de marzo de 2023
“Que fácil que es decirlo…” y algo de razón hay en esa forma de pensar. Cuando uno pasa más de treinta años soñando con conocer un lugar, empieza a ponerle más ganas y más fichas a ese objetivo. Un día empieza a cumplirse. Y sepan que utilizo una conjugación continua porque aún lo estoy disfrutando.
En 1989 ya soñaba con hacer el Servicio Militar Obligatorio (la famosa CoLimBa) en la Antártida. Pero en ese año no se dio, o quizá no era el momento para hacerlo.
Los sueños hay que contarlos. Los sueños hay que compartirlos.
Este año, en un viaje de trabajo en el mes de enero, comenté por enésima vez, frente a dos amigos, que mi sueño era conocer la Antártida.
Sólo quince días más tarde recibí un llamado de mi amigo Matías Romano, fotógrafo y conservacionista, que me dijo: “Pancho querido, te voy a cumplir tu sueño: en dos semanas te vas a la Antártida”.
Resulta que a Matías lo habían convocado para hacer un relevamiento fotográfico y por cuestiones de agenda tuvo que decir que no. Pero su “no” fue con una condición: “tiene que ir mi socio y colega, Pancho Rebollo Paz”. Su propuesta fue aceptada y mi sueño empezaba a tener cimientos.
Fui convocado por Cancillería para relevar, como fotógrafo profesional, la última etapa de la CAV (Campaña Antártica de Verano) en la Base Carlini, situada en la Península Potter, en el extremo sur de la Isla 25 de Mayo, del Archipiélago de las Shetland del Sur, en el Sector Antártico Argentino.
Los exámenes médicos y los trámites para obtener los certificados de apto psico-físicos para llegar hasta aquí son directamente proporcionales a las complicaciones que implica llegar. Radiografías, tres ecografías, electrocardiogramas, ecodopler, ergometrías… y cuando parecía estar todo bien, hubo que agregar dentista con “panorámica bucal”, audiometría, oculista, laboratorios y para terminar, el que más dudas me daba, psicología y psiquiatría.
En cinco oportunidades se postergó la fecha de salida, lo que provocó cierta ansiedad difícil de dominar, pero que sirvió de ejercicio para esta gran aventura en un lugar donde el tamaño de las personas y el tiempo del que disponemos parecen de otra galaxia.
Finalmente, el día llegó y junto a Juan Terranova, un periodista que viajó conmigo, despegamos desde el Aeropuerto de El Palomar, en un avión militar Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Argentina, con escala en la Base Espora de Bahía Blanca, rumbo a Río Gallegos, donde hicimos noche en las instalaciones del Aeropuerto. A la mañana siguiente volvimos a despegar, durante una corta pero buena ventana climática que sirvió para cruzar el Pasaje de Drake y llegar a la Base Marambio, que nos recibió blanca, inmaculada, tapada de nieve.
A los cinco minutos de haber aterrizado y luego de pasar lista (la décima vez en dos días) nos subimos a un Helicóptero Sea King, de la Armada Argentina, que en sólo siete minutos nos dejó en la cubierta del Rompehielos ARA Almirante Irizar, donde nos recibieron con una amabilidad fuera de serie y nos asignaron un camarote para los siguientes días de navegación.
Ballenas, lobos marinos, pingüinos papúa, focas de Weddel, cormoranes, petreles y paloma antártica fueron algunas de las especies que logramos ver desde el puente y las cubiertas del buque, que navegó hacia el norte, a dejar unos ingenieros en la Base Petrel, y siguió su rumbo.
Una mañana temprano nos avisaron que debíamos bajar en la Base Decepción, porque la tormenta que se acercaba no le permitiría al ARA Almirante Irizar llegar a tiempo a su destino en Ushuaia, y sería el Aviso ARA Puerto Argentino el buque en el que deberíamos seguir viaje hacia nuestro destino. Nuevamente en un Helicóptero Sea King fuimos trasladados hasta la Base Decepción, donde pensamos esperar un par de días, pero a las pocas horas nos avisaron que debíamos volver a embarcar. El Aviso ARA Puerto Argentino ya estaba en la Caleta Balleneros de la Isla. Hasta el buque llegaríamos en botes gomones.
Con una tormenta y viento que elevaba las olas a una altura considerable, embarcamos en el buque luego de veinte minutos de suplicios y mojaduras de consideración arriba del bote de goma. Ahí mismo arrancamos la navegación hacia… nada, había que esperar que pase la tormenta. 24 horas más de movimiento y paciencia hasta que el buque zarpó y puso rumbo norte a la Isla 25 de Mayo.
Finalmente y luego de cinco días de travesías inolvidables llegamos a nuestro destino, a la Base Carlini.
La Base Carlini (antes llamada Base Jubany) cuenta con presencia argentina desde el año 1953, y desde 1972 de manera ininterrumpida. Es una de las bases permanentes de la Argentina en la Antártida. Caracterizada por ser una base científica de diversas disciplinas, todas ellas relacionadas al ambiente, efectos del cambio climático, la flora, la fauna, hongos, bacterias y microorganismos, así como también la conservación.
Cancillería, Instituto Antártico Argentino, Dirección Nacional del Antártico, Comando Conjunto Antártico y otras instituciones nacionales trabajan codo a codo para llevar adelante y cumplir con la logística de este centro de investigaciones.
Durante las próximas tres semanas estaré aquí, relevando cada una de estas actividades y, por sobre todo, la escasa flora y la exuberante fauna, así como los paisajes inigualables de esta región del planeta.
Sigo guiándome por mi lema de fotógrafo para la conservación: SÓLO PODEMOS CUIDAR LO QUE CONOCEMOS.
Gracias a todos por seguir mis trabajos y conocer más de nuestra República Argentina.
Recuerden que LOS SUEÑOS ESTÁN PARA CUMPLIRSE.
Los espero en Instagram: @rebollopaz @arboles_nativos
PANCHO REBOLLO PAZ