A tres décadas exactas de la muerte de Teodoro Domínguez, el dirigente que gobernó San Antonio de Areco con un marcado estilo popular durante los primeros diez años de la recuperación de la democracia, es un buen momento para recordar algunas de las facetas menos conocidas de su prolongada vida pública, a pesar de que Tito falleció joven porque en noviembre de 1993 tenía nada más que 57 años.

El 7 de julio de 1963 Domínguez fue electo Concejal por la Unión Cívica Radical del Pueblo y ocupó una banca en el Concejo Deliberante hasta que en junio del 66 las Fuerzas Armadas derrocaron al Presidente de la Nación Arturo Illia y derrumbaron desde arriba hacia abajo la débil estructura democrática que tenía al peronismo proscripto desde septiembre del 55.

En mayo de 1972, el gallego (como popularmente se lo conocía) compitió en una interna por la presidencia del Comité Radical representando al naciente Movimiento de Renovación y Cambio que lideraba un ya pujante Raúl Alfonsín. En esa jornada, Domínguez perdió por amplia diferencia con Aquiles Pazzaglia, prestigioso candidato por la balbinista Línea Nacional.

A finales de 1973, cuando hacía poco tiempo que se había recibido de médico, asumió como director del hospital municipal Emilio Zerboni. En esa época gobernaba la Municipalidad el peronista Juan Carlos Tapia y se mantuvo en el cargo hasta enero de 1976. En esa etapa conoció a fondo las entrañas del peronismo y de los sectores populares. Una experiencia de la que más tarde supo sacar un valioso provecho.

El 24 de febrero de ese mismo 1976 marcó para siempre la vida de Tito y terminó de modelar su ideario político. Ese día histórico un grupo de tareas que llegó desde San Nicolás ejecutó un operativo armado y secuestró a un puñado de militantes cercanos a la agrupación peronista 17 de Noviembre, que tras un interrogatorio forzado fueron liberados a la mañana siguiente. Esa misma noche, de manera simultánea, otro comando clandestino secuestró en su departamento de la Ciudad de Buenos Aires a Luis Perak y Lucía Tomada, que permanecieron en cautiverio hasta el 18 de marzo cuando partieron al exilio.

Los paramilitares también buscaban a Domínguez que junto a su amigo Martin Punte escapó en un automóvil por las oscuras calles de un pueblo que era una zona liberada por la policía hasta que encontró refugio en la casa del intendente Tapia, en pleno barrio de la Plaza Gómez. Ya en la madrugada del 25 lo escondieron en el baúl de un auto, lo llevaron hasta Villa Lía y luego viajó en tren hasta Rosario. Con suerte pudo escapar de las garras de los represores que ya estaban afinando la maquinaria del terrorismo de Estado que empezó a funcionar a pleno un mes más tarde.

Tito regresó a San Antonio de Areco un tiempo después, cuando las aguas se calmaron y a mediados de 1982, tras el desenlace de la guerra de Malvinas y en el ocaso de la dictadura cívico militar, comenzó a construir una exitosa carrera política que solo frenó su temprana e inesperada muerte. Lo demás, es una historia mucho más conocida por el arequero de buena memoria.

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