¿Peligra el carnaval? Desde hace algún tiempo los arequeros nos habíamos acostumbrado a que cuando empezaba a despuntar el verano se escuchaba como cortina musical de fondo el ensayo de las batucadas de las murgas, cosa que ahora no sucede. ¿Por qué?

En noviembre pasado, la Dirección de Cultura hizo una convocatoria para tratar el tema y solo concurrieron a la reunión dos personas interesadas en la cuestión. De todas maneras, el Municipio estableció la fecha (desde el 18 hasta el 21 de febrero), fijó un lugar (el Boulevard Zerboni entre Bolívar y Sarmiento) y asignó 1.200.000 pesos en premios a repartir entre todas las categorías.

Con el correr de los días, se confirmó que los dos artesanos carroceros con más tradición no van a participar y que las murgas están en medio de una intensa deliberación interna para resolver si participan o no. Una de ellas, la más numerosa en cuanto a cantidad de integrantes y que en este 2023 cumple 10 años de vida, prácticamente tiene resuelta su ausencia del desfile y la ganadora del primer premio de 2021 ni siquiera comenzó a prepararse.

Entre los habituales animadores del carnaval, una fiesta más que centenaria, popular y con una honda raíz cultural, circulan dos ideas centrales: que el dinero en premios es muy poco, que ni siquiera alcanza para cubrir los costos y que otra vez el criterio de la organización está más orientado a que las cantinas recauden con la venta de choripán, gaseosas y espumas que en el fomento del corso en sí mismo. Es la reactualización de una antigua discusión que ya parecía ser parte del pasado.

Desde 2011 el carnaval volvió a ser feriado nacional y a partir de allí se convirtió en una fecha importante en el calendario turístico de San Antonio de Areco pero desde 2020 (aun comprendiendo las limitaciones sanitarias de la pandemia de Covid 19) la celebración se fue empobreciendo porque los organizadores eligieron un recorrido corto, mal iluminado, sin ambientación, porque se achicó el número de motivos que tomaron parte del desfile y porque en la edición 2022 concurrió mucha menos gente que de costumbre, cosa que llamó poderosamente la atención, sobre todo en la noche de cierre.

Este es el saldo lógico de la política cultural que lleva adelante el gobierno de Francisco Ratto que como características principales ha mostrado el retiro del Municipio de la vida pública, el recorte de la inversión en el fomento del turismo y de la cultura, la ausencia de un proyecto integral que vaya más allá del tradicionalismo más elitista, la improvisación permanente, la falta de conexión con los sectores populares de la comunidad y el enfrentamiento sistemático con el colectivo de artistas independientes que son los que masivamente hacen y animan la fiesta de carnaval.

Con este modelo de gestión cultural consolidado es difícil, por no decir imposible, esperar otros resultados que los que están a la vista.

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