En una conversación profunda con Días de Areco, el psiquiatra Luis Giménez plateó la necesidad de analizar el comportamiento cruel de los ricos, que han aumentado la concentración de su poder económico generando una frustración en la sociedad porque muchos de sus integrantes se quedan sin un proyecto de vida.

En la entrevista, Giménez, que es especialista en salud pública, reflexiona sobre la deshumanización del otro, sobre la meritocracia, el aumento de las enfermedades, de la violencia de género a causa de este comportamiento cruel de los poderosos sobre una sociedad desamparada, inclusive por un Estado que ha sido saqueado y endeudado.

¿Qué importancia tiene en la sociedad actual un tipo de comportamiento cruel?

“La crueldad, en estos tiempos tan tristes, complejos, difíciles que está atravesando el mundo y la sociedad argentina, se ha ido profundizando al punto de generar dificultades en la convivencia diaria. Para empezar quiero citar un párrafo de un libro que se llama ‘La época de las pasiones tristes’, que es de un autor francés y como subtítulo lleva una frase que dice: ‘cómo este mundo desigual lleva a la frustración y al resentimiento y desalienta la lucha por una sociedad mejor’. Yo creo que este es el punto porque ya sea por nuestro trabajo o por nuestras convicciones políticas y por la búsqueda para unas mejores condiciones en la salud mental, algo que tiene que ver directamente con la convivencia y con el respeto para el prójimo, no tenemos que olvidarnos que la lucha sigue siendo por una sociedad mejor. Lo que mantiene vivo a un cierto nivel de salud mental es seguir resistiendo, produciendo, proponiendo y organizando esa lucha”.

¿La crueldad lleva a una frustración colectiva, social?

“Debemos entender cómo se llega a una sociedad donde predominan la frustración y el resentimiento, pero para eso tenemos que hacer la lectura y ver cómo grandes sectores se sienten frustrados, sin proyecto de vida y por lo tanto van entrando en un resentimiento. Tenemos que ver cómo se va generando este estado de desánimo que tiene muchas similitudes con lo que es un proceso depresivo. Para ir al grano: en estas últimas tres décadas se está produciendo una fuerte concentración económica y un aumento en el uso de la crueldad de esos poderes económicos. Para decirlo sencillamente: el poder de los ricos se ha hecho más cruel. Esta crueldad, un término que antes se utilizaba como maldad, se ha ido desplegando a través de diferentes formas y mecanismos, uno de ellos es el miedo que lleva a una paranoia y persecución. Para ser llano en lo que quiero decir: los ricos, con una concentración de poder enorme, se están volviendo cada vez más crueles y hay un retroceso social, político, antropológico muy preocupante”.

¿Cómo ejerce la crueldad este sector de los ricos que cada vez concentran un mayor poder económico?

“En las últimas tres décadas hay una mutación, un cambio en los escenarios de la crueldad. Es decir que los ricos y el poder económico ya no tienen en cuenta a los débiles, nos los consideran como seres humanos. Existe una pulsión de dominación vinculada al poder porque siempre el poder trata de dominar mediante un proceso de deshumanizar al otro, al pobre, al débil. Eso se ve claramente en la violencia de género, en los femicidios, donde hay una relación perversa entre el asesino y su víctima, a la que va deshumanizando. Esta crueldad del poder le va generando un despojo a los demás, le va quitando lo que le pertenece, casi hasta volverlo un esclavo. No es exagerado pensarlo así. Entonces este poder económico cruel, que deshumaniza, despoja de un proyecto de felicidad al resto de la gente. Esto se está viendo en el país y en el mundo entero”.

¿Qué pasa con los estados nacionales, provinciales, municipales en este esquema que usted plantea?

“Pero si a esto le sumamos que hay una gran discusión sobre el rol actual y futuro del Estado y me refiero a un Estado al que se le han ido quitando recursos porque se lo fue saqueando y endeudando. Entonces aparece otra cosa que se llama desauxilio, un Estado de desamparo que se traduce en que grandes sectores sociales quedan desamparados. Esto es bastante obvio, gente que se quedan sin proyecto por lo tanto la calidad de su salud mental va bajando, bajando. Es gente que no encuentra un proyecto de vida y entra en este estado de desamparo. Esto es una de las explicaciones a la pregunta de porque los cuerpos se están enfermando tanto. Tiene que ver con esto, con el estado de desamparo interno, subjetivo fuerte y también con el desamparo contextual, social, que hacen que en algún momento el aparato psíquico colapse”.

¿Qué estrategia desarrolla este poder económico cruel, como usted lo define, para lograr sus objetivos?

“Hay un tercer punto que creo fundamental que tiene que ver con la crueldad psíquica que tiene un efecto muy potente y es que nos quieren convencer de que somos inferiores. Esto lo hacen de diferentes maneras. Por un lado está el meritócrata que piensa que por sus méritos individuales logra sus objetivos y después están los otros, los que no tienen condiciones, los que no quieren trabajar, etc. No hay meritocracia posible si primero no hay igualdad de condiciones. El que nació en un hogar rico no va a tener ningún problema pero el 50% de los chicos pobres que viven en la provincia de Buenos Aires sí que van a tener grandes dificultades para poder desarrollarse socialmente, en un oficio, en una profesión. Si no hay igualdad de oportunidades la meritocracia lleva a pensar que muchos somos inferiores. Esta es una estrategia que queda internalizada en nuestra cabeza, como si tuviéramos al enemigo dentro de nosotros. La crueldad va creciendo, se va instalando en la cabeza de las personas a tal punto que ya no pueden darse cuenta de estas diferencias. Doy un ejemplo concreto: cuando a un trabajar no se le paga lo que le corresponde, se establece una relación cruel porque hay una creencia que no merecen ganar más. Lo mismo pasa con la violencia familiar, con los femicidios donde vemos que el otro no es considerado como un igual, como un semejante”.

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