La narradora, titiritera y ventrílocua Lisi Amondarain llegó ayer a nuestra ciudad para compartir una tarde de cuentos en Tucano Café. A pesar de la lluvia, que obligó a pasar el espectáculo a la cocina de café en un lugar más pequeña, chicos y chicas de todas edades disfrutaron de la propuesta, que se pasó por distintos cuentos y personajes.
“Llegué de la mano de mi colega Laura Ramírez y si bien la lluvia amenazaba con suspender la actividad, no lo logró”, conto Amondarain. “En cada show los repertorios van variando, elijo muchos cuentos de autores para que cobren vida con los títeres y otros son escritos por mí, como la historia de Monti”.
Para el espectáculo en Areco, la artista selección la historia de un pequeño caracol que busca su nueva casa y aprende sobre la identidad y la aceptación, la de un pequeño dragón que tiene miedo a volar por primera vez y la de Monti, el títere más grande del elenco que salió de un libro de cuentos y busca su lugar.
“Siempre me gustaron los cuentos y la literatura en general. La literatura infantil la descubrí estudiando el profesorado de educación inicial de grande, con profesoras que me inspiraron mucho y que me mostraron que la literatura infantil no era solo para niños, que es muy profunda, para disfrutar. No la considero solamente pedagógica, sino que hay historias que realmente llegan y lo disfruto mucho”, destacó la narradora.
Amondarain usa durante sus shows la ventriloquía para hacer hablar a sus títeres y que interactúen con los pequeños del público. La artista cuenta que llegó de manera autodidacta a esa técnica: “Desde muy chica estuvo muy presente el títere y fui autodidacta y así fue con el personaje de Monti, con el que comencé la ventriloquía. Creo que arranqué jugando, armando su personalidad, su nombre, su voz y un día en ese proceso me encontré haciendo ventriloquía”, explicó. “Nunca había pensado aprender la técnica y tampoco uno conoce que existen talleres o cursos, fue todo autodidacta. Después sí tomé un curso con una cantante lírica que me ayudó a aprender a colocar la voz, a cuidarla, porque al principio me quedaba disfónica. Aprendí a hacer buen uso de la voz y la técnica de la ventriloquía vino después, cuando hubo gente que me pidió que les enseñara. Para hacerlo bien me preparé, empecé a leer, descubrí que tuvimos grandes ventrílocuos en Argentina y me armé para enseñar”.