“Vaguísima”, el nuevo unipersonal de Florencia Mendizábal llegó este fin de semana al Galpón Chamico con dos funciones a sala llena. La puesta, que nació a partir de una serie de intervenciones de la actriz en las antiguas Varietés del Bar Mitre, explora los mandatos de lo femenino, el encierro, el matrimonio y la salud mental, desde una mirada atravesada por el humor sin caer en lugares difíciles.
Mendizábal encarna a Grace, un personaje que despuntó en algunas varietés como una mujer algo borracha, siempre al borde de un ataque de nervios y refugiándose en el vino para tratar de sobrevivir. En esta versión, Grace se completa, va más allá de ser la caricatura de una mujer desesperada por esconder su angustia y conocemos el bagaje que trae consigo, sus escenas de infancia y juventud, el origen de esa angustia que la marca hoy.
En los 45 minutos que dura la puesta, Mendizábal logra expandir la historia de un personaje que era casi exclusivamente un estereotipo y hace que el público empatice con ella. Lo hace apelando al humor, con pasajes donde la actriz hace gala de su muy buen timing para ese género y echa mano al aspecto físico de la comedia. Después, en la transición hacia el costado más humano de Grace, hacia la conexión con el origen de su angustia, Mendizábal se maneja con soltura y conduce muy bien el viaje hacia un final complejo, oscuro, que parece ser la contracara del arranque de la puesta.
Grace parece ser una señora pacata de algún barrio porteño bien acomodado, pero bien podría ser cualquiera de esas mujeres encerradas mirando detrás de la cortina en cualquier comunidad, grande o chica. En ella decantan la soledad y la opresión, la visión de los demás como elementos que rompen la paz y son amenaza, los mandatos de qué implica ser mujer y a qué debe aspirar una. No por nada la primera escena de “Vaguísima” es el casamiento de Grace, que rápidamente pasa de ser el momento soñado a la dura realidad del vincularse con otro.
Quienes vienen siguiendo el trabajo de Mendizábal encontrarán en “Vaguísima” guiños a muchos de sus espectáculos anteriores, pero ahora con una articulación y una dramaturgia que los une. Si algo deja en claro la puesta, es que Mendizábal logró, con bajo la dirección de Daniel Casablanca y Guadalupe Bervih, unificar muchos de los temas que ya venía explorando en pequeñas escenas e intervenciones y guiarlas hacia una obra completa, que balancea muy bien el humor con el drama, con una mirada extremadamente femenina pero a su vez universal.