En una entrevista muy interesante con Días de Areco, Santiago Gasparro analizó la elección en Brasil, cuya segunda vuelta tendrá lugar el 30 de octubre y enfrenta dos modelos diferentes, los que encarnan Lula da Silva y Jair Bolsonaro.
En la conversación, el Licenciado en Relaciones internacionales se refirió a las diferencias políticas, económicas y sociales que representan ambos candidatos y la visión que tiene sobre el papel que Brasil debe cumplir en la región.
¿Qué importancia tienen las elecciones del 30 de octubre en Brasil?
“La elección del 30 de octubre define la continuidad de los acontecimientos en Brasil, que es un país con inestabilidad política, económica y social desde 2014 pero también define el panorama en América Latina, porque junto a México y Argentina son las tres economías más grandes del bloque. Sin dudas Brasil es un motor de la economía de la región. Pero también marca la influencia que pueden tener los países emergentes en un mundo convulsionado en lo que parece ser una nueva Guerra Fría, sin un marco ideológico tan claro como antes aunque con un enfrentamiento entre oriente y occidente. Los emergentes juegan un rol fundamental en este contexto y por esa razón Argentina está intentando entrar en el BRICS, por ejemplo”.
Lula no pudo ganar en primera vuelta y debe afrontar un ballotage, una mano a mano con el actual Presidente, Jair Bolsonaro…
“La primera vuelta electoral se polarizó y Lula terminó primero con un 48% sobre el 43% que obtuvo Bolsonaro. Los dos son exponentes del clivaje más representativo de la actualidad política brasileña. Como Lula no llegó al mínimo necesario para ganar en esa instancia, habrá ballotage el domingo 30 de octubre y la campaña ya empezó. Ambos candidatos están tratando de nuclear a los electores de otras fuerzas pero sobre todo a los que no fueron a votar en la primera vuelta, que es un número importante: el 20% de los ciudadanos”.
¿Cómo definiría a estos dos polos de la política de Brasil?
“Eso está clarísimo porque son dos polos bien definidos. Por un lado un gobierno popular, desarrollista como el de Lula da Silva, que es keynesiano desde el punto de vista económico. Lula emergió desde los sectores trabajadores, un sindicalista con una larga militancia y que ya fue dos veces presidente. Lula demostró que pudo poner a Brasil al frente de una política latinoamericanista apuntando hacia la integración y la autonomía regional. Eso lo concretó en la primera década del siglo XXI en su paso por la presidencia, que ejerció dos veces desde su partido, el PT”.
¿Y qué puede decir del otro polo, que gobierna Brasil desde 2018?
“Por el otro lado esta Jair Bolsonaro que a partir de 2018 representa a la derecha brasileña y latinoamericana. La primera medida a nivel internacional de Bolsonaro fue alinearse con Donald Trump y con Israel y junto a Mauricio Macri, que estaba en el último año de su mandato, intentaron desmantelar el Mercosur y la Unasur. También se vio, durante la pandemia, la aplicación de una política claramente liberal en el sentido de que cada uno afrontara la crisis sanitaria con sus recursos y como pudiera, pensamiento que se escuchó mucho en la derecha Argentina. Además Bolsonaro es neoliberal en lo económico y conservador en lo político, muy cercano a las Fuerzas Armadas y al Poder Judicial o sea con una ADN no muy distinto a lo que vemos en la derecha de nuestro país. En Brasil hay iglesias evangélicas que prevalecen sobre el catolicismo y el mismo Bolsonaro es un militar que ha consolido una dinámica de represión y de mano dura típica de los sectores castrenses y de las fuerzas de seguridad”.
¿Cómo es la influencia de Brasil en la región y qué cambia si gana uno u otro de cara al futuro de Latinoamérica?
“Lula terminó primero con 6 millones de votos de diferencia y eso tuvo mucho mérito para un hombre de 77 años, con muchas batallas sobre el lomo y que además estuvo preso, pero está claro, al igual que lo que ocurre en Argentina, que Brasil está dividido en un 50 y un 50. A esto se le suele llamar grieta pero en realidad es un clivaje histórico que siempre estuvo pero Brasil tuvo algunos acuerdos que no se rompieron. No acuerdos democráticos porque desde la constitución de 1988 hubo un golpe contra Dilma. El consenso que Brasil mantiene es el desarrollista y sobre el papel que debe cumplir en América Latina y en el mundo. Hoy la mirada que tiene Lula es la de integrarse en un marco de desarrollo regional, con Brasil como una locomotora económica como lo fue al principio de los años 2000. En cambio Bolsonaro apuesta a consolidar a Brasil como el gendarme de Estados Unidos en esta región del mundo y unirse con el resto de las derechas latinoamericanas que son muy fuertes en diferentes espacios”.