Ayer, San Patricio le ganó 1 a 0 a Rivadavia la segunda final y se coronó campeón del Torneo Clausura 2023.
Otra vez, como en el encuentro de ida, el marco popular le puso un colorido muy especial a la definición del campeonato porque más de 1500 personas colmaron el centenario Estadio Enrique Fitte con sus banderas, paraguas, camisetas, bombas de humo de colores y una percusión que bien afinada acompañó el aliento de las incansables gargantas que no tuvieron ni un solo instante de tregua.
El primer tiempo fue tenso y bastante equilibrado. En ese lapso, el cuadro que dirige Germán Mangieri fue prolijo en el trato de la pelota, tuvo buena salida desde el fondo con Francisco Simionato, Juan Bolea fue un inteligente armador de juego con un buen socio como el reaparecido Matías Pigretti que se movió por derecha y desequilibró con la gambeta veloz de un Manuel Blanco encendido y con la presencia de Pedro Cairo en el área rival. Con esta fórmula simple, San Patricio generó cuatro o cinco llegadas de peligro serio para el seguro Ramiro Ciaffardini.
Durante esa etapa inicial, la llave que utilizó el elenco de Damián Scarano para tratar de abrir el 0 a 0 fue la pelota parada con los envíos envenados del zurdo Matías Oyanguren y de Joaquín Hernández que cayeron con riesgo cerca del arco de Brian Rivello. Con esa herramienta, más las proyecciones de Andrés Tijerath por la banda derecha, fabricó un par oportunidades como para romper la paridad en el marcador.
En el complemento, Rivadavia (que sintió las importantes ausencias de Tomás Gallardo y Nicolás De Renzo) arrancó con otra determinación para ir a buscar la victoria que necesitaba imperiosamente, pero a los 6 minutos Bolea habilitó a Blanco con un pase en cortada y el veloz atacante fue detenido con infracción por el zaguero Diego Ponce cuando se aprestaba a someter a Ciaffardini. El árbitro (Walter López de impecable labor) marcó el penal que convirtió el mismo Blanco con un zurdazo bajo y bien ajustado contra el palo derecho del arco que da espaldas a la calle Fitte.
A partir de entonces, San Patricio manejó el ritmo de la contienda porque hizo valer el peso de la experiencia de Nicanor Basavilbaso en la cueva, de Emanuel López para clausurar su lateral, de Federico Menconi para patrullar el círculo central, de Cairo para retener la pelota debajo de la suela de su botín derecho, de Pigretti para fortalecer la contención, de Simionato que jugó con la fuerza de un toro en la raya izquierda, de Diego Pollier que metió mil piques pero todo eso sustentado en un correcto orden táctico, en un aceitado funcionamiento colectivo más las talentosas intervenciones de Bolea y la tarde inspirada, otra más, de un Blanco imparable cada vez que aceleró.
Más tarde ingresó el joven Federico De Rosa por el cansado Pollier y le agregó una cuota más de habilidad a un equipo que recuperó el estilo que identificó a San Patricio desde siempre y que transitoriamente había perdido en el primer tramo de la temporada pero hay virtudes que nunca se olvidan y salen a la luz a la hora señalada.
Rivadavia ofreció su dignidad, su fervor para ir a pelear el partido con el temperamento de Román Sánchez y de Diego Ponce que empujaron desde la retaguardia, con la agilidad para pasar la línea media que le aportó el ingreso del juvenil Martín Romero, con las corridas de Genaro Ríos, que cuando se anime va a ser un delantero muy interesante, con alguna aparición aislada de Oyanguren. También con un Hernández que supo entender que esta vez el rival era superior futbolísticamente y transmitió calma a sus compañeros cuando la cancha era una olla a presión que amagaba con estallar pero sin dejar de luchar ni siquiera un segundo para ir a buscar el gol que mantuviera latentes las ilusiones de al menos achicar la diferencia en el tanteador aunque encontró un obstáculo insalvable en la correcta actuación del golero Rivello.
Al término de los 90 minutos, San Patricio fue a festejar una nueva consagración de cara a sus hinchas que ruidosamente coparon el sector de la calle Pellegrini y tras la vuelta olímpica prolongó la celebración por las calles del pueblo y en su predio de la costanera. Es el campeón en buena ley.
Rivadavia se retiró con el aplauso de su numerosa y fiel hinchada que supo agradecer la entrega total de sus jugadores que completaron una más que meritoria campaña.
San Patricio: Brian Rivello (7); Emanuel López (7), Nicanor Basavilbaso (7), Mateo Alonso (5) y Francisco Simiontto (8); Matías Pigretti (7), Federico Menconi (7) y Juan Bolea (8) (sustituido por Juan Lofredo); Diego Pollier (6) (reemplazado por Federico De Rosa 7), Pedro Cairo (6) (después Martín Gignat) y Manuel Blanco (9). DT: Germán Mangieri.
Suplentes: Segundo Scarano, Cesar Núñez, Juan Pablo Maggio, Agustín Lascano y Tobías Lercaro.
Rivadavia: Ramiro Ciaffardini (7); Román Sánchez (6), Diego Ponce (5) y Matías Petit (5); Andrés Tijerath (6), Tomás Martínez (6), Bautista Leguizamón (5) (reemplazado por Marín Romero 7), Valentín Griguelo (5) (más tarde Facundo Tarchini) y Matías Oyanguren (5) (después Rodrigo Leguizamón 5); Genaro Ríos (6) (luego Sebastián Fernández) y Joaquín Hernández (6). DT: Damián Scarano.
Suplentes: Tomas Del Osa, Nahuel Gutiérrez y Nicolás De Renzo.
Gol: 51’ Blanco (SP) de penal.
Juez: Walter López.
Expulsado: 71’ Tomás Del Osa, arquero suplente de Rivadavia.
Público: 1500 personas.
La Figura: Manuel Blanco (9) de San Patricio.
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