Anoche, San Patricio festejó la reciente obtención del Torneo Clausura con una reunión en el predio de la costanera del Río Areco de la que participaron los integrantes del plantel campeón, la comisión directiva y un pequeño grupo de allegados muy cercanos a la institución.
Luego del asado y tras la tradicional foto grupal con copa en mano, Luis Vaccarini leyó uno de sus clásicos textos cargados de humor, Sergio Núñez le entregó un llavero a cada uno de los jugadores con la inscripción “San Patricio para siempre” y también hablaron el entrenador Germán Mangieri y el capitán Nicanor Basavilbaso.
Más entrada la velada y al ritmo de un bombo, todos cantaron las canciones, que con letras muy ingeniosas y melodía muy pegadiza, interpretó la hinchada en las dos finales ante Rivadavia.
Una vez más quedó expuesta sobre el tapete la profunda identidad con la camiseta verde amarilla que sienten los integrantes de la familia de San Patricio, nobles herederos contemporáneos de aquellos primeros pasos que a mediados de la década del 60 dio Roberto Brady en la recordada canchita de la parroquia donde cada vez más chicos se juntaban a jugar al fútbol los sábados a la tarde. Con el correr de los años el proyecto deportivo e institucional creció hasta límites impensados pero sin apartarse de esa manera de ser, de ese amor incondicional por los colores que viene desde el principio de su historia.
Cuando uno se pregunta cuál es la clave de los repetidos éxitos del elenco del trébol en el pecho de su casaca, hay que empezar mirando por ese lado, que no es otra cosa más que volver una y otra vez a la más franca esencia de una forma de sentir el fútbol que permanece inalterable a pesar del transcurso del tiempo.