Anoche, San Patricio festejó la reciente obtención del torneo Apertura. Por tal motivo, jugadores, hinchas y miembros de la comisión directiva se reunieron en el predio de la costanera del Rio Areco para compartir una cena muy animada.
En una sobremesa, que se prolongó hasta entrada la madrugada del sábado, cantaron las canciones que se escuchan en la tribuna cada vez que un partido importante, como sin dudas lo fue la final de la semana pasada, amplifica la convocatoria.
Esas canciones retratan, con letras muy ingeniosas, la pasión por los colores que muchos llevan como tatuados en la piel y son el presente de una larga historia que comenzó a mediados de la década del 60 con la generosa labor que emprendió Roberto Brady en la pequeña canchita de la parroquia y que con el paso del tiempo creció hasta niveles impensados.
Hace varios años ya, al menos una decena, que San Patricio dejó de ser simplemente un club de fútbol. Inclusive traspasando los límites de su reconocida y bien ganada fama de escuela de fútbol porque paralelamente a los muchos éxitos deportivos que fue cosechando le sumó el progreso en el plano institucional y su expansión de cara al futuro parece no tener techo porque lo acompaña una pujante y numerosa juventud.
¿Dónde está el secreto? En la fuerte identidad, en el vínculo que los une en el amor por una camiseta que les permite canalizar de muchas maneras diferentes una pasión profunda que se renueva día a día. Ese sentimiento, que también se ve reflejado en el campo de juego, actúa como un plus anímico, sanguíneo que le permite sacar fuerzas de cualquier lado para no darse por vencido ni cuando la derrota se percibe como algo inexorable.
En el transcurso de la velada, Diego Vaccarini comunicó que deja el cargo de entrenador, cerrando un ciclo exitoso que inauguró a mediados de 2019. En este periodo San Patricio ganó dos campeonatos oficiales y dos torneos de verano. Por ahora se manejan varios nombres como posibles sustitutos pero todavía no se conoce quien será su reemplazante.