Rochi Cárdenas es una artista multifacética. Se formó en escenografía y en artes visuales y hoy, además de ser docente, tiene “De otra galaxia”, su emprendimiento de gráfica y encuadernación. Produce cuadernos personalizados pero también con ilustraciones propias, combinando su amor por el arte y un costado de trabajo artesanal.
En esta charla con Días de Areco, repasó sus inicios, su formación y la importancia de combinar sus distintas pasiones en un solo oficio.
¿Cómo definirías lo que hacés?
“Para mí es como una mini gráfica con encuadernación más arte. O sea, es una mezcla de un taller de encuadernación, sumado a las artes visuales, que es como mi formación de base. El arte es algo que me gusta desde que era muy chiquita. Arranqué con la pintura en la casa de mi abuela, donde había libros de pintores y ella escribía poesía y cuentos. Mi abuelo escribía cuentos también y la música estaba muy presente más del lado de mis papás. Además somos una generación que creció con Utilísima y toda esta estética noventosa de las manualidades y eso era algo que vivía mucho en la casa de mi abuela, que era un espacio en el que pasaba bastante tiempo en mi infancia, así que ahí arranqué. Me gustaba escribir, dibujar y siempre me lo alimentaron. Intenté la música también, que me sigue gustando, pero fue en lo que menos conecté y me quedé más del lado del detrás de escena”.
¿Cómo fue tu formación?
“Cuando terminé el secundario, lo primero que quería estudiar era diseño gráfico pero era confuso el tema de dónde, porque no me podía ir a vivir a Capital en ese momento. En esa búsqueda también estaba artes visuales en la Escuela de Arte, pero no me cerraban ni el profesorado ni la tecnicatura y terminé encontrando la carrera de escenografía yendo con la escuela a ver opciones en la Universidad del Salvador”.
¿En ese momento sentiste que habías encontrado lo que buscabas?
“Cuando entré a ese taller y nos mostraron todos los figurines, los dibujos de los escenarios, encontré la combinación de lo que era dibujar y pintar, pero también con un formato de construir ideas que después se construían en un escenario y la caracterización desde el vestuario y el maquillaje. Fue como que abrí una puerta y dije ‘guau, esto tiene todo’, porque iba desde indagar en las obras de teatro, ponerse a dibujar una idea, construirla en un escenario, mirar películas para inspirarse, ir al teatro. Encontré como muchas artes en una carrera. Después la terminé de estudiar en Capital y ahí digo que se me quemaron los papeles, me alejé del arte, me comió un poco la vida en la gran ciudad. Trabajaba en un call center y en otras cosas, colgué la tesis como cinco años y estuve alejada un tiempo del arte, trabajando de cualquier otra cosa. Después cuando volví a Areco, empecé a estudiar en la Escuela de Arte porque me empecé como a conectar con gente que estaba en ese ámbito y de alguna manera recuperé la conexión con el arte y con lo visual. Estudié tres años en la Escuela de Arte de la cual ahora soy profe muy orgullosamente. Me volví a meter en esto del arte y empecé a ir a Capital desde otro lugar porque cuando vivía allá me perdí, me desconecté de todo ese mundo de centros culturales o ferias”.
¿Y cómo llegaste específicamente a la encuadernación?
“Yendo a la Feria del Libro Independiente terminé llegando a un taller de encuadernación. Fue todo una vuelta, de esas cosas de la vida que cuando una cree que se pierde, se vuelve a encontrar. En esa feria había una chica que vendía cuadernos y daba un taller en Villa Crespo Lo tomé y ahí hice mi primer cuaderno. En ese momento se abrió la puerta de la serigrafía, de escribir, de las artes visuales. Diría que ahí se terminó comprimiendo todo”.
¿En los cuadernos hay un poco una síntesis de todas estas facetas en las que te formaste y te apasionan?
“Un cuaderno cuando lo ves terminado, pensás que lo podés comprar en cualquier librería hecho por una máquina, pero detrás de eso de manera artesanal está cómo cortar una plancha de cartón, manejar el cartoncito y muchos pasos mal, que me hacen acordar también a lo que es construir una maqueta para una escenografía. Entonces me vino como toda esa parte de la gráfica y en esta combinación está un poco lo de saber construir maquetas y cortar con cutter, pegar y trabajar con la compu mis ilustraciones, toda la parte de las artes visuales”.
En un principio no hacías cuadernos con ilustraciones propias…
“Mucho tiempo trabajé por encargo. Después lo abandoné y ahí fue cuando conecté más con decir ‘bueno, que se lleven también un poco mi arte’, pero en principio era producción personalizada: hacía sublimación, que es un método de estampa sobre tela con calor y tintas de especiales, y si vos me pedías, no sé, Mafalda, yo lo hacía sobre la tela y forraba los cuadernos, que en ese momento hacía solo cosidos, que era plegar las hojitas, coserlo y taparlo con las imágenes que me pedía la gente. Después, pensando en cómo darle una personalidad a todo y cuando había medio explotado Instagram y me di cuenta que no quería tener subido todo arte de otras personas y teniendo en cuenta también en cuestiones de derechos, pensé por qué no hacer mis ilustraciones. Fue una manera también de pensar que quizás vender cuadros no era tan fácil y las ilustraciones en tapas de cuadernos podían también servir para que la gente se llevara algo para inspirarse capaz a escribir o dibujar. Corté un poco con lo personalizado, me abrí y ahora ofrezco las dos cosas: si te gustan mis ilustraciones, hay opciones así y si no me mandan lo que quieran y yo lo imprimo y queda un cuaderno personalizado”.
Si bien tuviste varios talleres, hoy tenés tu espacio en tu casa desde donde estás produciendo…
“Tuve varios talleres. Arranqué en la casa de mis viejos cuando volví de Capital con un pequeño taller ahí, después me mudé a un departamento y lo tenía como en un entrepiso que había. Después nos mudamos acá con Tomi, mi pareja, que es músico, y alquilaba un taller con una amiga que da yoga. Estuvimos trabajando mucho y después los alquileres explotaron y nos dimos cuenta que ninguna de las dos lo iba a poder sostener. Además yo había quedado embarazada y, más allá de ser docente también, no me quería arriesgar. Así que decidí traer todo el taller para acá para mi casa prácticamente recién parida, cuando mi hija tenía dos meses. Tuvimos que romper paredes, refaccionar un espacio que era una galería viendo cuánta plata teníamos, con una bebé chiquita, con ventanas que traje de la casa de mi abuela que nunca se habían usado. Fui armando mi taller acá y hace 15 días más o menos que largué una publicación y por suerte la gente respondió muy bien”.
¿Qué proyectás ahora?
“Ahora creo que voy en un camino hacia la reconexión con la escenografía con proyectos que estoy recuperando como uno de teatros en caja, como teatritos artesanales en los que vas armando la escenografía con papel, conectando esos dos puntos, el papel y el teatro. Siento que encontré como un camino a recorrer y explorar y el papel es como que me elige siempre”.