Ayer, Rivadavia le ganó 3 a 1 a Huracán un partido correspondiente a la sexta fecha del Torneo Clausura 2022 y en un nuevo capítulo de una rivalidad que tiene 100 años de historia, se quedó con otra edición del clásico más viejo del fútbol local.
El equipo de Diego Menconi volvió a exhibir ese fuego interior que le permite recuperarse de situaciones adversas casi de manera milagrosa. Ya lo había hecho cuando después de perder con San Patricio se repuso con una victoria de visitante ante Robles y ahora se puso de pie luego de una caída en Capitán Sarmiento con un triunfo incuestionable que dejó sin invicto y sin la punta de la tabla de posiciones a los de la Plaza Gómez.
El rendimiento de Huracán fue de mayor a menor. El Globito arrancó con todo y en 10 minutos había generado cuatro situaciones de peligro muy netas, incluido un cabezazo de Tomás Risso en el palo, pero el gol de Matías Oyanguren, que abrió el marcador a los 12’, cambió completamente el rumbo del cotejo.
Hasta ese momento, Rivadavia había aguantado encerrado contra su área la ofensiva pujante y persiste de su rival pero luego se fue acomodando. Se afirmó Juan Menconi para acompañar el temperamental Luis Romero en la zaga central. Joaquín Hernández armó una buena sociedad con Oyanguren, un zurdo que se movió por derecha. Valentín Griguelo hizo pesar su dinámica en la pelea que se planteó en el círculo central y el reaparecido Laureano Leguizamón aportó destellos de su habilidad actuando como delantero neto. Aún teniendo menos la pelota, el cuadro panzanegra inquietó en un par de contragolpes y en uno de ellos Mateo Monserrat evitó la segunda caída de su valla con un cierre salvador ante un remate de Hernández.
El comienzo del elenco de Juan Rivero había sido muy bueno, pero luego su desempeño se fue desinflando hasta terminar confundido, desorganizado y apelando al amor propio de sus hombres como recurso extremo para vender cara la derrota.
En el primer tiempo Huracán fue el dueño de la iniciativa. Lucas Petit trató de darle claridad al armado en la zona central. Diego Arce rotó por todo el frente de ataque. Facundo Filipelli recorrió la banda derecha. Nicolás De Felice cubrió los huecos vacíos en el mediocampo, apuntalado por Joaquín Sills, que se desprendió desde el fondo y Tomás Risso desequilibró con su gambeta. Tras el gol de Oyanguren fue perdiendo vitalidad y limpieza en la maniobra pero siguió siendo protagonista.
El complemento fue completamente distinto porque Rivadavia supo llevar el juego al terreno que más le convenía. Tomás Martínez (que ingresó por Leandro Leguizamón) le dio más aire a los volantes que armaron un bloque muy compacto con una línea de zagueros muy firme, con Nicolás De Renzo y Manuel Achetta sobrios en los laterales y con Romero y Menconi cada vez más sólidos en el corazón de la retaguardia. El cotejo fue perdiendo ritmo, se hizo más cortado, más lento, con muchos roces. Las apariciones de Hernández, recostado como un falso puntero izquierdo, fueron cada vez más punzantes, lo mismo que las intervenciones de Leguizamón, que trabajó a espaldas de Sills.
Quedó la sensación que Huracán entró frio a jugar el segundo tiempo, como si tuviera el motor apagado. Perdió la pelota, perdió intensidad y le costó mucho encontrar espacios a medida que avanzaba a campo contrario. El ingreso de Cristian Ocaranza (por Petit) le dio un poco más de movilidad pero no alcanzó a ser solución y además en seis minutos el incansable Griguelo (a los 24’) y Leguizamón (a los 30’) estiraron la diferencia a un 3 a 0 inalcanzable.
De allí en más la contienda entró a transitar por las entrañas del infierno. Ante 500 espectadores que colmaron las tribunas del viejo estadio Enrique Fitte, Huracán recurrió al coraje y a sus últimas recetas anímicas para intentar la hazaña. El rojinegro apretó los dientes e inundó de centros aéreos las inmediaciones de un muy seguro Ramiro Ciaffardini, que otra vez volvió a atajar muy bien. Sills descontó a los 38’ y abrió una pequeña de luz de esperanza. Enseguida Rivadavia se quedó con 10 hombres porque cuando se lesionó el fogoso Simón Agostino ya había agotado su cuota de cambios. Después se fue expulsado Matías Ríos. La lucha había entrado en un tono dramático con Huracán empujando con la garra de Monserrat como bandera y con Rivadavia resistiendo a pie firme hasta que ya en tiempo suplementario la alta temperatura reinante alcanzó su punto máximo con un grueso saldo de expulsados porque tras los incidentes, bastante generalizados, el árbitro Marcos Figueredo le mostró la tarjeta roja a Luciano Gómez, Lautaro Contreras, Genaro Ríos y Hernández, que serán bajas sensibles para ambos conjuntos en el tramo final de la Ronda de Clasificación.
Rivadavia: Ramiro Ciaffardini (7); Nicolás De Renzo (6), Luis Romero (7), Juan Menconi (7) y Manuel Achetta (6); Matías Oyanguren (7) (reemplazado por Manuel Lucci), Leandro Leguizamón (5) (más tarde Tomás Martínez 6), Valentín Griguelo (7) (después Ezequiel Heredia) y Simón Agostino (6); Laureano Leguizamón (7) (luego Genaro Rios) y Joaquín Hernández (7). DT: Diego Menconi.
Huracán: Juan Cicarella (5); Mateo Monserrat (6), Matías Rios (5), Joaquín Sills (6) e Ismael Gaona (6) (después Ramón Basombrio 6); Facundo Filipelli (6), Nicolás De Felice (6) (más tarde Luciano Gómez), Lucas Petit (6) (luego Cristian Ocaranza 6) y Silverio Antinone (6) (reemplazado por Lautaro Contreras); Diego Arce (6) y Tomás Risso (6). DT: Juan Rivero.
Goles: 12’ Oyanguren (R), 69’ Griguelo (R), 75’ Leguizamón (R) y 83’ Sills (H).
Juez: Marcos Figueredo.
Expulsados: 85’ Matías Ríos (H), 90’ Gómez, Contreras (H), Genaro Rios y Hernández (R).
Público: 500 personas.
La Figura: Valentín Griguelo (7) de Rivadavia.