Los vecinos de una franja del pueblo que se extiende desde la avenida Vieytes hasta Quetgles, entre Zapiola y Arellano, sufren un permanente estado de inseguridad y se mantienen en constante alerta.
Desde hace un tiempo los hechos se repiten: personas que merodean expectantes observando autos estacionados y las viviendas de la zona, el reporte reciente de robos en una obra en construcción, en una oficina comercial y en varias casas de familia (muchos de ellos se produjeron a plena luz del día y en los cortos intervalos que quedaron vacías) que se suceden uno tras otro y cada vez con mayor frecuencia.
La gente del barrio se trata de organizar para protegerse, aunque con pocos resultados hasta ahora: armaron un grupo de WhatsApp (con cerca de 50 participantes) para intercambiar información y mantenerse en contacto y el viernes pasado mantuvieron una reunión con el Secretario de Seguridad, que se llevó a cabo en la Plazoleta Aquiles Pazzaglia, y donde entre otras cosas le reclamaron al funcionario mejorar el alumbrado público de varias calles que de noche son una verdadera “boca de lobo” según el sentir popular.
En dicho encuentro, Ramón Ojeda manifestó que están trabajando junto a la Policía Comunal, que tienen a unos cuantos sospechosos en vigilancia y que están reuniendo elementos de prueba para que el Ayudante Fiscal autorice tomar medidas más efectivas pero lo cierto es que reinan el miedo y la incertidumbre porque nadie sabe a quién la va a tocar el próximo turno y cualquiera puede ser la nueva víctima.
Esto no ocurre en una de las populosas ciudades del tan estigmatizado Conurbano bonaerense sino que pasa acá, a un puñado de cuadras de distancia de la Municipalidad y en una barriada que siempre supo ser muy tranquila.