María Emilia Tambutti nació en Capitán Sarmiento pero tiene fuertes vínculos familiares y comerciales con Areco, ya que es la dueña de Alacena, la tienda y café de Vieytes casi Arellano . Es vestuarista con casi 20 años de experiencia y hoy su trabajo brilla en “La Revista del Cervantes”, una obra que está teniendo una excelente recepción del público y la crítica en el Teatro Nacional Cervantes.
En esta charla con Días de Areco, habló del proceso creativo para crear el vestuario de la obra, que reúne más de 250 piezas y un gran trabajo de investigación del teatro de revistas de principios del siglo XX pero también de puestas y referentes más contemporáneos.
¿Cómo fue que te sumaste al proyecto de La Revista del Cervantes?
“Estábamos estrenando ‘Orfeo en los infiernos’ en el Colón el año pasado y Pablo Maritano, el director de esa ópera con quien trabajo hace muchos años, me escribió contándome que le habían propuesto hacer teatro de revista en el Cervantes, un homenaje que le quería hacer el director del teatro, Gonzalo Demaría, al género. Gonzalo es además dramaturgo y director y ya venía haciendo un trabajo de archivo e investigación muy arduo sobre el teatro de revista a lo largo de la historia del teatro en nuestro país. En esa instancia es que nos convocó a nosotros y a partir de diciembre del año pasado empezamos con la preproducción, ya en contacto con el teatro, yendo al depósito a ver qué se podía utilizar y qué no. A partir de ahí arrancó una serie de conversaciones y reuniones entre el equipo técnico. Gonzalo nos contó las ideas que tenía, la propuesta, y desde ese momento arrancamos un trabajo conjunto hasta el estreno que fue hace unos días nada más”.
Para esta puesta diseñaste vestuario original y también usaste piezas que son parte del archivo del Cervantes…
“Fue un pedido y un acuerdo con Gonzalo que usáramos lo que yo considerara que se podía exponer de las prendas que se consideran el tesoro del teatro. Son piezas que en algunos casos son trajes muy viejos y que tienen una fragilidad que hay que respetar, pero el depósito del teatro está muy bien conservado y queríamos usar algunas piezas en la obra, siempre que se pudiera y que se no expusieran a percudirse o romperse. Fue también una negociación que tuve que tener con el taller, porque su jefe es muy cuidadoso, valora mucho el patrimonio del teatro, como debe ser”.

Parte del trabajo de Tambutti en «La Revista del Cervantes». Foto: prensa Teatro Nacional Cervantes.
¿Cómo fue tu trabajo de diseño para el vestuario, que después se trabajó en los talleres del Cervantes?
“A partir de separar algunas piezas del patrimonio del teatro arrancó la tarea de diseño. O sea, una vez que tenía ya lo que lo que sabía que iba a utilizar, fui escena por escena, personaje por personaje y teniendo cuenta también la escenografía. En este caso, el planteo de escenografía estuvo antes que el de vestuario, entonces eso de algún modo condicionó para bien porque obviamente tenía colores y morfologías que respetar, todo siempre enmarcado en una época específica, los años 20 pero también hay elementos de las décadas del 10, del 30, del 40, del 70 y hasta algo de la actualidad”.
En tu caso venís de trabajar mucho en óperas. ¿Cómo fue animarse a la revista y en este formato histórico?
“Vengo del palo de la ópera y se me hizo difícil pensar algo que no me llevara al prejuicio que tenía con el teatro de revista. Para liquidar esa reacción me vino muy bien el libro de Gonzalo sobre el teatro de revista en Argentina y a su vez buscar información visual que me conecte con lo que era el vestuario. Ahí me encontré con un mundo maravilloso, de fantasía y muy cuidado, con diseños súper exóticos. La investigación visual fue muy difícil porque de esa época no hay mucha información, especialmente comparando con el resto del siglo XX”.
Tenés una carrera muy larga, casi 20 años ya trabajando como vestuarista…
“Arranqué en el 2008 como asistente, con una ópera para Buenos Aires Lírica, y el puestista era Pablo Maritán, con quien trabajo ahora. Llegué a ellos a través de mi hermano José, porque en realidad soy diseñadora de indumentaria, me recibí y empecé a trabajar en lo comercial, para marcas, pero no me hallaba, no me gustaba. En ese momento justo José estaba filmando una película como actor y fue muy atento conmigo en cuanto a darme una mano para orientarme. Él me sugirió que le escribiera a Sofía Di Nunzio que era la vestuarista de la película para ver si me podía incluir en algún proyecto. Ella me sumó al equipo para una Traviata para Buenos Aires Lírica, como asistente meritoria, ad honorem, y se ve que lo hice muy bien porque me siguió contratando como asistente oficial y a partir de ahí trabajé con ella cuatro o cinco años. Después fue Pablo quien me dio la primera oportunidad como vestuarista oficial para un Hipólito y Aricia en el Museo de Arte Decorativo. Ahí empecé a meterme en el circuito, a trabajar en el San Martín, en el Teatro Argentino de La Plata, entre otros”.

En realidad sos diseñadora de indumentaria, ¿pensabas en algún momento en ser vestuarista específicamente?
“Nunca me imaginé de vestuarista. Es un laburo que en algún punto puede unir dos cosas que me interesaron siempre que son el arte y la moda. Desde que me fui a vivir a Buenos Aires siempre intenté nutrirme, ir a recitales, a teatros, buscar cosas que me interpelaran de alguna manera, pero en ese momento asociaba la moda a algo más superficial, súper mecánico. Sabía que no quería ir a un lugar a trabajar de 9 a 6, hacer algo rutinario y ser vestuarista me permite eso, aunque a veces termine teniendo jornadas de 14 horas encerrada en el teatro”.
Si bien te cuesta contarlo, tenés una carrera con muchos logros. Has estado nominada a varios premios, incluso ganaste el ACE…
“Soy muy del detrás de escenas. A mí déjame laburando en el taller todo el día, ese es como mi hábitat natural, no me gusta el escenario o la exposición. A veces pienso en los logros, en haber estado nominada a muchos premios, en haber podido ganar un premio, que me hayan hecho una entrevista para La Nación que es uno de los diarios más importantes del país. Lo veo como algo muy groso y me cuesta un montón entenderlo. Veo que esto forma parte de algo mucho más grande que es La Revista del Cervantes, de lo que está generando esta obra, que es increíble. Desde el día uno, al leer el guion y ver el cuidado que se ponía, supimos que estábamos haciendo algo muy lindo y que iba a gustar, pero nunca nos imaginamos esta repercusión tan grande”.