La cuestión de la inundación no debe salir del centro de la agenda política y del debate público porque es un tema medular para una gestión de gobierno, cualquiera sea su color partidario. Afecta directamente a una gran cantidad de vecinos, los de la costanera del río donde además hay un importante desarrollo deportivo – económico vinculado al turismo y a los que viven en la cercanía de la Cuenca Este, una zona de muchísimo tránsito de vehículos y también de gran crecimiento en su urbanización.
Después de todo lo que pasó tras la inundación de diciembre de 2009, es difícil de comprender que se hayan roto acuerdos que tenían consistencia de “política de Estado” porque habían sido el resultado de una discusión profunda y participativa de amplios sectores sociales, pero en la última creciente del rio comprobamos que las cosas ya no eran así.
Vayamos por lo más simple porque son acciones que no requieran de una gran inversión de dinero. En primera instancia es necesario afinar el monitoreo permanente del río, establecer un mecanismo de alerta temprana aceitado y en la emergencia coordinar la tarea de Defensa Civil con la estructura de Bomberos Voluntarios (que disponen de personal, vehículos, experiencia y de relaciones con otros cuarteles de la región) en torno a un plan de evacuación ordenado y conocido por los propios vecinos que se tienen que evacuar.
Otra necesidad es disponer de un plan de asistencia para los vecinos que deciden quedarse a cuidar sus casas, con el agua adentro de sus viviendas o rodeadas por la creciente, para que no queden desamparos en el peor momento de la crisis.
Otro asunto es tener listo un programa para organizar el regreso de las familias a sus casas y a los comerciantes a sus locales en la fase de limpieza y desinfección y en los días posteriores cuando se debe empezar a recuperar lo que se perdió con la inundación, que por lo general es muy costoso desde lo económico.
Esto a la par de ejecutar una labor sencilla y cotidiana de mantener limpio el rio, las cunetas, los desagües, las alcantarillas, algo que puede parecer mentira pero no se lleva a cabo.
Por último y por ello no menos significativo, volver a la vigencia, con las revisiones que hagan falta, del Plan de Manejo Hídrico que la Consultora Sherman le entregó al Municipio en noviembre de 2011 luego de haber realizado un estudio integral de toda la cuenca donde consignaba la realización de obras hidráulicas para mitigar los efectos de las inundaciones que lamentablemente se van a seguir repitiendo.
La última obra que se terminó fue la del aliviador en el Puente Viejo y de esto ya pasaron casi 9 años, una eternidad de tiempo ante un problema tan grande.
Conversando con varios de los vecinos que padecen la creciente, sobre todo con aquellos que vienen batallando desde hace una década y media por lo menos, se percibe que existe un consenso mayoritario sobre la necesidad imperiosa de construir las retenciones río arriba para poder regular el volumen y la velocidad del agua en los momentos más críticos de la creciente.