A partir de mediados de la década de 1960, los distintos intendentes que estuvieron al frente de la Municipalidad (Rodolfo Idiart, José Emilio Ramírez, Ángel Alonso, Raúl Alonso y Juan Carlos Tapia) pusieron especial interés en aportar datos para reconstruir y dar a conocer la historia de San Antonio de Areco.
El 23 de octubre de 1966, en el marco de la conmemoración del 236° aniversario de la Parroquia San Antonio de Padua, fecha que también se tomó como la de la fundación del pueblo, un hecho aún discutido por muchos historiadores, se emplazó en la Plaza Ruiz de Arellano un antiguo cañón que perteneció al a estancia Santa Claudia de la familia Casco que en su momento estuvo fortificada.
Dicho cañón fue donado al Municipio por Enrique Levantini y Casco y se emplazó en la esquina de Lavalle y Alsina cuando todavía la sede de la Municipalidad no funcionaba en la vieja casona de Enrique Laplacette, sitió a donde se mudó unos meses más tarde, en marzo del 67.
En el mencionado acto, que se llevó a cabo a media mañana de un domingo radiante, participaron las delegaciones de las escuelas, instituciones intermedias, de las colectividades de extranjeros, vecinos y la banda de música del Batallón de Exploradores de Don Bosco del colegio San Isabel de San Isidro.
Enrique Levantini y Casco descubrió el cañón que había sido cubierto por una bandera argentina y luego el Intendente Ramírez pronunció un discurso donde señaló que: “su historia es la historia del lugar. Su historia, sin fidelidad de fechas, ha quedado asociada a la del Pago de Areco. Este antiguo cañón ya ha enmudecido para siempre. Tiene el sosiego de sus muchos años. Cumple su destino de cosa vieja y se ha salvado del olvido por obra del cariño de quienes han querido no verlo relegado como trasto inútil y lo transformaron en mudo y airoso símbolo de otra época en la que fue protagonista de pretéritas jornadas”.
En ese entonces el proyecto propuesto por Ramírez era ambicioso, que ese cañón fuera la primera pieza para luego armar un museo histórico de San Antonio de Areco, una obra de fuerte carácter cultural que Teodoro Domínguez concretó 20 años más tarde con la inauguración del Museo de la Ciudad en la Usina Vieja.