Mariano vivió básicamente en CABA, en Santa María (Rio Grande do Sul) y en Roma, pero quería mucho a San Antonio de Areco, y, entonces casi como Troilo “… siempre estaba llegando a Areco…”.
Tuve la dicha de contarlo entre mis más dilectos y cercanos amigos. Ese encuentro vino de muy lejos… principios de los 80; los viajes a Santa María con el padre Jhonny Cleary y compartir su habitación de novicio en el Seminario Máximo, allá en el morro. Viajamos juntos por Argentina, América y Europa.
Fue áspero para los consensos, pero, sobre todo últimamente, no confrontaba. Se apartaba. Se alejaba… casi como una metáfora, casi como lo que hizo con su propia vida.
Su catolicismo conceptual no dejaba de contener algunas gotitas (disimuladas) de nihilismo nietzscheano
La obediencia (aun contra su voluntad) marcó la rectitud de su camino dentro de la SAC (Sociedad Apostolado Católico).
La militancia sobre Verdad, Memoria y Justicia (no sólo en el tema de los Martires Pallotinos) lo tuvo siempre en alerta.
Su formación teológica lo encontró activo hasta hace pocos meses participando en mesas redondas y en zooms con eminencias del pensamiento no sólo cristiano sino ecuménico. Nunca olvidó su anclaje latinoamericano; desde Helder Cámara hasta Leonardo Boff y Frai Betto o su amigo Fortunato Mallimaci.
El temple severo confundía su espíritu de gordo bonachón (que lo era)
Ya andará entonces, con nuestros entrañables Joseph Campion SAC y Oscar Davico buscando alguna parrillita donde se coma bien y “no te arranquen la cabeza” en el camino rumbo al recibimiento del Altísimo.
Tirame los datos, gordo… seguro, te voy a seguir escuchando…
Gabriel Eterovich