Desde la época de los romanos, hacemos honor a la tradición de nuestros pueblos como ellos lo hicieron con su poderosa civilización. La tradición entonces, resulta hermana de la historia y de la emoción de un pueblo. Los habitantes de San Antonio de Areco hacen de la tradición un himno, una flor “siempre viva” que ofrecer al visitante y compartir a cada habitante. Está presente en la música cargada de poesía, mesura y humilde expresión de voz y guitarra; entreverada por la copla y el verso español, pero con un modo de decir pampeano, calmo e introspectivo. Está presente en la artesanía que rescata la flor del ceibo de nuestro suelo, hasta la flor de lis, símbolo de la realeza europea, así como en la cruz celta, registro de culturas que se asentaron y construyeron pueblos y ciudades de nuestro país. Está presente en la danza, con formas creadas por bailarines del pago, como “la huella de Areco” hasta el chotis, baile típico del sur de España. Se admira en el fabuloso desfile del mes de noviembre, que recuerda el nacimiento de José Hernández de 1834, considerada la más importante Fiesta de la Tradición de la ciudad.
Poetas, tejedoras, trabajadores de oficios diversos, peones, estancieros, comerciantes, profesionales y personajes de cada época son parte activa de la tradición del pueblo.
Ahora bien, la tradición se compone de múltiples elementos, actores y recursos inmateriales. Por ello, genera un sentimiento propio, intransferible y por tanto cargado de la subjetividad. Esto se ve multiplicado, ya que el conocimiento y la información se han expandido a una velocidad impensada por los constructores de la tradición de principios del siglo XX. Sin embargo, dado a su constitución inmaterial y universal, no resulta justo ni posible pensar en ser dueño o señor de tamaño tesoro. En consecuencia, muchas preguntas podemos hacernos sobre la tradición: ¿Podemos comprar, administrar o negociar la tradición? ¿Es un concepto cargado de contenido del que cualquiera puede apropiarse? ¿Tenemos derecho los foráneos o los nacidos en esta ciudad a abrazar este valor? ¿Fue Don Segundo un dueño de la tradición o un corazón que la vivió entregando ese amor a cada ser con el que se cruzó? ¿Fue Ricardo Güiraldes un propietario de los símbolos tradicionales o un poeta que los inmortalizó para que habitantes de países lejanos e idiomas que desconoció apreciaran las costumbres de estos suelos?
Cuando la respuesta es difícil de encontrar, podemos recurrir a escritores, poetas y artistas que con un grado de lucidez destacada, lograron expresar lo que muchos pensamos, sin encontrar las palabras exactas. He aquí entonces la definición de tradición de Igor Stravinsky, músico ruso que popularizó la música folclórica de su país, dándola a conocer al mundo entero. Casualmente, esta definición luce en el disco del músico arequero Omar Tapia, al que llamó “Antiguos cantares del pago de Areco”.
“La verdadera tradición no es una reliquia del pasado ido irreversiblemente, es una fuerza viviente que anima e informa el presente. Lejos de suponer la repetición de lo que ha sido, la Tradición supone la realidad de lo que perdura. Se manifiesta como el solar, la heredad que uno recibe con la condición de hacerla fructificar antes de entregarla, a su vez, a sus descendientes. La tradición se lleva adelante para que produzca algo nuevo. La tradición asegura de ese modo la continuidad de la creación” – París – Julio de 1921 Igor Stravinsky.
Considero que los valores de un pueblo a todos les pertenecen al igual que los derechos, decidiendo cada uno, cuándo hacerlos valer. El amor, el respeto y la generosidad son valores universales, que cada persona vive e interpreta con la responsabilidad y la libertad que le toca. Reflexionemos, compartamos, respetemos y aprendamos de los valores que la vida nos propone a cada paso, y en San Antonio de Areco encontremos en la tradición el valor que nos congrega y si así lo decidimos, nos una.
Florencia Mendizábal