Días de Areco conversó con Fabio Sorchilli sobre el 25° aniversario del fallecimiento de su padre, popularmente conocido como Beto, y también de la victoria del peronismo del 26 de octubre de 1997 que le permitió acceder a la Intendencia cuando recién había cumplido 28 años.
Durante la entrevista, el ex Intendente hizo reflexiones interesantes sobre la historia reciente de San Antonio de Areco. Opinó que Beto no merecía tanto ensañamiento, que el radicalismo no pudo asumir la derrota y que mucha gente no aceptó que un hombre que se hizo de abajo, como su padre, llegara al Municipio.
El Concejo Deliberante declaró a Beto Sorchilli como ciudadano ilustre post mortem. A 25 años de todo lo que ocurrió en esa época, ¿es como una reivindicación de la figura de su padre?
“Sí, fue una reivindicación histórica de un pasado no tan lejano de San Antonio de Areco que yo lo viví con un sabor amargo. Beto Sorchilli fue una persona que creció de abajo hacia arriba. No le fue fácil ser candidato a Intendente en 1995 porque para llegar a eso tuvo que hacer un trabajo previo que atravesó toda la década del 80 y el principio de los 90. Nosotros surgimos de un peronismo fuerte que se originó en Villa Lía en el 83, a la vuelta de la democracia, cuando el sector que integraba papá le pudo ganar una elección interna a un hombre muy fuerte como era Don Carlos Tapia y ahí empezó está construcción política”.
¿Cómo fue la construcción de ese proyecto político que en 1995 llevó al peronismo a la Intendencia por primera vez desde el retorno de la democracia?
“A Beto lo acompañó mucho Rafael Romá. Papá trabajó mucho con él en la provincia de Buenos Aires, primero en el Ministerio de Desarrollo Social y después en la Vicegobernación porque Romá fue vice de Duhalde en los dos mandatos. Ahí Beto hizo un trabajo social que fue el armazón de su triunfo en el 95, lo que le dio estructura a su campaña. La militancia reconoció ese trabajo y fue lo que lo llevó a la Intendencia. Es más, creo que todo comenzó en las elecciones de 1993, que ganó el peronismo con Vicente Marincovich y Ana María Ficichia como Concejales, porque la primera vez que escuché Sorchilli Intendente fue en la unidad básica que estaba cerca de la Cancha Fitte, en el Sindicato de Bolseros. Fue la noche de un triunfo muy duro y ese canto lo escuché cuando Tito Domínguez entró a la básica a saludar a papá. Esa elección le definimos por los votos de Villa Lía. Creo que ahí empezó a gestarse la figura de Beto Sorchilli”.
Una vez en el gobierno las cosas fueron difíciles para Beto, sobre todo en el tramo final, entre noviembre de 1996 y agosto de 1997…
“La etapa final fue muy dolorosa porque Beto no se merecía tanto ensañamiento. Esa es la palabra, ensañamiento. Después esto lo pude hablar con los dirigentes del radicalismo, especialmente con Rodolfo Martín y el zurdo Miserendino. Fue muy difícil porque el radicalismo no quería reconocer que luego de gobernar 12 años de manera consecutiva una persona como Beto Sorchilli había llegado al poder. Para ellos era muy difícil de digerir porque Beto no era doctor, apenas tenía estudios primarios y era un hombre que venía desde muy abajo. Eso generó en el ser arequero una gran rispidez. Hay que ser realistas porque el arequero es una persona muy orgullosa en algunas cosas y era muy difícil instalar el concepto de Beto Sorchilli como Intendente en esa gente que no entendía cómo un tipo que viene de Villa Lía podía llegar a la intendencia. En ese momento había un montón de prejuicios que no tengo dudas que todavía hoy siguen estando. Eso esmeriló la figura de Beto Sorchilli. Por eso fue una campaña donde prevaleció el sentimiento y ni hablar en la que después me tocó encabezar a mí, que con todo lo que pasó se profundizó el plano sentimental porque pasó lo que muchas veces pasa en una sociedad cuando ve que se cometió una injusticia. Creo que por eso el votante de San Antonio de Areco tomó esa decisión en las urnas”.
Usted ganó las elecciones para Intendente el 26 de octubre de 1997, dos meses después de fallecimiento de su padre, que además había sido destituido del cargo por el Concejo Deliberante a principios de mayo de ese mismo año. ¿Piensa que su victoria electoral fue como la reparación de una injusticia?
“El peronismo de aquel momento reaccionó como en general reacciona el peronismo en situaciones límites: de manera emocional. Así lo viví en el 97, después del fallecimiento de papá y así fue la elección porque si no, no podría haber ganado de la forma que gané. Fue una campaña en donde la gente más que hablarme lloraba. La elección se vivió entre el luto por la muerte de Beto y la alegría de poder reivindicar su figura. Fue apasionante porque no se veía que podíamos ganar. Mucha gente decía que era imposible ganar en octubre de 1997. Me acuerdo que cuando gané la interna del Partido Justicialista mi viejo todavía estaba vivo y pudo ver toda esa etapa cuando ya estaba muy enfermo. La enfermedad de Beto se profundizó por todos los problemas políticos. El último lugar donde estuvo fue en la fábrica Penn. Era una noche de julio muy fría y fue contra la indicación de los médicos, pero él quería estar con los trabajadores y no hubo forma de convencerlo. En ese momento era la etapa final de la Penn y papá quería ayudar a resolver los problemas de esos trabajadores. Esa actitud pinta de cuerpo entero a Beto Sorchilli porque después de esa noche lo volvieron a internar y no salió más”.
1997 fue uno de los años más convulsionados y de mayor inestabilidad institucional de la etapa contemporánea de la historia política de San Antonio de Areco…
“Los tiempos políticos de aquel momento fueron muy rápidos. Tuve el apoyo de José María Díaz Bancalari, que era Ministro de Gobierno en la provincia de Buenos Aires y me hizo una reunión con Eduardo Duhalde. Lo primero que le dije al Gobernador era que yo quería normalizar la vida política de San Antonio de Areco porque no podíamos seguir con la inestabilidad institucional. Eso era lo que se vivía constantemente. Durante la primera mitad de 1997 entraba un intendente y salía otro y no se podía seguir una gestión de gobierno que tenía muchísimos proyectos. Beto había encarado muchas cosas, entre ellos los estudios hidráulicos para la Cuenca Este, que me alegra que se haya terminado, y la ampliación del sector de internación del Hospital Zerboni, pero lo pudimos terminar durante mi mandato. Todo ese tiempo que se perdió con la suspensión y la destitución de papá, con un ida y vuelta institucional constante, perjudicó a San Antonio de Areco en muchos aspectos porque lo que le pasa a la gente, muchas veces no es lo que los dirigentes políticos estamos mirando. La gente necesita que las cosas se concreten: que haya energía segura, que se atienda el problema de las inundaciones, en fin. La gente espera esas soluciones de la dirigencia política”.