El médico psiquiatra Luis Giménez planteó en una conversación frontal con Días de Areco que el neoliberalismo conservador, la ideología imperante en Argentina, creó mecanismos sofisticados para convertir en culpables a las víctimas que sufren la violencia como argumento para justificar hechos concretados con una crueldad que se fue naturalizando en la sociedad.
Giménez dividió su análisis en cinco pasos que terminan instalando un estado de violencia y miedo que configuran una desigualdad social cada vez más grande porque deshumanizan al otro, al que piensa distinto.
¿Le preocupa el aumento de la violencia en el comportamiento social?
“Hay un tema preocupante que es la violencia y su máxima expresión, como figura de deshumanización, como es el femicidio. Un hombre que mata, que asesina, con maltrato previo y además siempre es un hecho intrafamiliar porque el 90% de los casos son intrafamiliares. ¿Qué está pasando que se desencadena esta violencia con estas terribles consecuencias? Quiero plantear que existe una operación ideológica que termina convirtiendo en culpables a las víctimas, a los débiles. Es difícil pero voy a intentar hablar de esto y lo quiero sistematizar en cinco pasos en un contexto que se da en Argentina de neoliberalismo conservador, con todo lo que eso implica”.
¿Qué implica vivir en un contexto de neoliberalismo conservador?
“La vez pasada dijimos que el neoliberalismo modifica estructuras en la economía, con una fuerte concentración que genera mayor desigualdad y mayor pobreza con consecuencias a futuro, fundamentalmente en la nutrición infantil, que también es una forma de violencia. Pero el neoliberalismo también modifica la estructura social, aumentando la brecha entre ricos y pobres, además produce un debilitamiento de las instituciones, de las democracias y sobre todo modifica nuestra estructura psíquica. Si no tenemos en cuenta estos cuatro ejes nos va a costar entender lo que está pasando, entre ellas es que estamos viviendo en una naturalización de la crueldad que va logrando transformar a la víctima en culpable”.
¿Qué mecanismos se ponen en juego para convertir a la víctima de violencia en culpable?
“Yo hice este esquema sistematizado de cómo logran convertir a la víctima en culpable y por lo tanto merecedora de castigo. Los pasos son cinco y el primero sería: ya no somos todos iguales. El dos habla de una superioridad étnica y de género. El tres es la construcción de un enemigo interno al punto de la deshumanización. El paso cuatro es un estado de violencia y de miedo permanente y el cinco es la naturalización de la crueldad con consecuencias nefastas para convivencia”.
Empecemos por el primer paso…
“El primer paso nació con Sarmiento que fue logrando convencer que hay un tipo de hombre, uno que es superior a otro. El hombre de la ciudad, el hombre culto, con ideas, leído, versus el otro, el hombre del interior, del campo, vago, sin instrucción. Eso dejó un sedimento que es retomado por grandes políticos que tuvieron prominencia en la Argentina”.
Usted mencionó como paso dos a una superioridad de género y étnica…
“El paso dos también tiene mucha historia y es el planteo de que existe una superioridad étnica y de género. Esto está natural y culturalmente incorporado: que existen razas superiores a la nuestra, al criollo, al descendiente de indio. Esto funciona de manera tan automática que casi no lo tenemos en cuenta. Debemos ponerlo sobre la mesa para tomar conciencia de esto. La cuestión de género es igual; el hombre es más fuerte, con más responsabilidades pero también con más derechos sobre la mujer”.
¿Cómo explica este otro paso, el de la construcción de un enemigo interno?
“El paso tres, cosa que se viene haciendo desde hace más de medio siglo, es construir un enemigo interno. A finales del siglo XIX los enemigos fueron el indio y el gaucho porque se los describía como que no eran buenos para la patria, que no ayudaban al desarrollo. Luego esto se fue sofisticando en un trabajo ideológico, sobre todo a partir de la última dictadura donde el enemigo pasó a ser todo un sector social que debía ser destruido por sus ideas. Había que erradicarlo con todo lo que eso implicó. En la actualidad esto está muy potenciado por los medios de comunicación para crear un nuevo sentido común que dice que el cabecita negra, el del Interior, el del Conurbano es vago, que no hace mérito. Eso penetró a tal punto de crear la grieta, un concepto que me parece insuficiente pero que creó una división fuerte y muy peligrosa en nuestra sociedad que lleva a que si hay otros que no valen lo mismo que yo, que son vagos, que nos les gusta trabajar, eso queda naturalizado y entonces perdemos la visión, la sensibilidad de mirar a los otros, al débil, como a un igual. Perdemos el sentido de la igualdad”.
¿Entonces esto nos lleva a un estado de violencia, de miedo y con una crueldad casi natural?
“Cuando digo crueldad, que para mí está también en la base de este comportamiento individual y social que lleva a la violencia, me refiero a no me importa el sufrimiento de los otros porque al otro lo puse en el lugar de una cosa y ya no es un ser humano. Pero al mismo tiempo, por esa crueldad naturalizada, yo mismo me convierto en una cosa. ¿Qué convivencia puede existir cuando hay una deshumanización desde los dos lados? ¿Qué vinculo puede haber, qué interés podemos tener por lo que el otro piensa o siente? Estoy convencido que debemos pensar estas cuestiones que son muy importantes porque cuando se instala la violencia de manera permanente y se instituye un estado de miedo, que también es recíproco, ahí deben aparecer el Estado y sus instituciones para cumplir su función para acotar y ponerle fin a este miedo”.