En el marco de un ciclo de entrevistas para conmemorar el 40° aniversario de la recuperación de la democracia, en Días de Areco conversamos con Fabio Sorchilli que fue Intendente Municipal en 1997, cuando solo tenía 27 años.
La experiencia de Fabio, que también se desempeñó como Concejal y Senador provincial, es muy valiosa porque fue un protagonista central de un tiempo difícil como lo fue el último tramo de la década de 1990.
En la charla, que fue muy amena y distendida, Sorchilli reflexionó sobre el peronismo, habló de su padre, que falleció el 11 de agosto de 1997 y el trascurso de una pronunciada crisis institucional y de su propio paso por la Municipalidad.
¿Qué reflexión puede hacer a 40 años de la recuperación de la democracia?
“Yo siempre digo que fui un hijo de la democracia, de esa etapa política que se abrió en 1983. En ese momento tenía 12 años y fue algo que me marcó, porque fue el final de la dictadura, el inicio de un nuevo ciclo y hoy, 40 años después, nos pone en un camino de revindicar lo importante que es vivir en democracia, que la gente pueda expresarse, que pueda elegir, que pueda comunicar sus disidencias. La democracia es eso, poder encontrar consensos a partir de las disidencias. Nuestra generación está marcada por valorar mucho la democracia y tengo muy presente la campaña electoral del 83 porque la viví junto a mi viejo. Me acuerdo que conocí a la mayoría de los dirigentes peronistas de esa época: Herminio Iglesias, Luder, Bittel, Cafiero, porque papá era Congresal y estuvo en el Odeón. Esos fueron los inicios y lo disfruté a pleno, con la suerte de compartir con el Dr. Daverio, que fue otra persona muy importante para el peronismo. También conocí a Don Carlos Tapia y recuerdo que la interna que se le ganó a Don Carlos en el 83 fue el comienzo de un nuevo peronismo en San Antonio de Areco. El peronismo siempre tuvo distintas etapas y esto va a seguir siendo así en el tiempo”.
Beto Sorchilli tuvo dos características principales: la cercanía a los sectores más humildes del vecindario y una mirada social de la política…
“Beto Sorchilli se formó dentro de un peronismo que tenía una fuerte impronta social. Ese era un estilo que ya tenía Don Carlos Tapia en la década del 70, que a partir del 83 se mantuvo con la conducción de Daverio y que Antonio Cafiero reforzó desde la provincia de Buenos Aires cuando llegó a la gobernación en 1987. Para el peronismo de esa época lo social era muy importante y me refiero a las pensiones graciables, a la entrega de medicamentos oncológicos, de sillas de rueda. Era una asistencia social muy amplia que llegaba hasta los colegios porque se entregaban útiles, guardapolvos y se le ponía mucha atención en la nutrición, en la comida de los chicos, que tuvieran leche, huevos, su porción de carne. Eso se consolidó en los años 80 y fíjate que Domínguez tenía una concepción parecida de la política y por eso nos costaba mucho enfrentarlo porque mordía el voto peronista al punto que se le ganó en el 89, con Menem Presidente y en 1993, que fue una campaña durísima pero que abrió la puerta para el triunfo del 95”.
¿Beto siempre quiso ser Intendente?
“No, para nada. Cuando arrancó la campaña del 83 mi viejo se transformó. Esto le pasó a muchos dirigentes y militantes como a Ruben De Blas, el turco Nieves, la Chocha Martínez, Nazario Scarano, Cholo Pelossi, Chacho Lescano, Tosca Méndez y podría nombran a muchos históricos. A partir de allí papá tuvo una militancia muy activa pero Beto fue un militante que aportaba desde el lugar que fuera. Después se fueron dando las circunstancias porque en el 91 Daverio perdió con Domínguez y se abrió una discusión interna en el peronismo que necesitaba un nuevo liderazgo. Ahí fue donde mi viejo se impuso. Luego de la elección de 1993 fue la primera vez que escuché Sorchilli Intendente. Fue en la unidad básica que estaba en la calle Pellegrini, en el Sindicato de Bolseros. Eso estableció una ruptura interna y le dio lugar a una nueva dirigencia peronista, con otra impronta. Pero antes de ese momento no sé si Beto se había planteado ser Intendente”.
¿Usted quería ser Intendente antes de 1997, por ese entonces tenía 27 años?
“¡No! Yo estaba estudiando derecho en la UBA, trabajaba y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Acá había trabajado mucho en la elección del 87 y milité un montón en el 89. Fueron dos campañas muy fuertes, con mucho trabajo en la calle, con un trabajo social desde las unidades básicas. Pero soy sincero, jamás había pensado en ser Intendente”.
¿Qué lo llevó a meterse a fondo en la política local y en el gobierno de su padre cuando atravesaba por una situación muy delicada social y económica?
“Los problemas institucionales que se generaron a partir de finales del 96, con las suspensiones del cargo de mi viejo cambiaron la dinámica de las cosas. Yo volví a San Antonio de Areco para acompañar a Beto, que me decía que me necesitaba, que tenía que ayudarlo en la intendencia. Yo no le podía fallar porque era como traicionarlo. Entonces renuncié a mi trabajo en Buenos Aires y me vine como Secretario de Acción Social. Te diría que en ese momento empezó mi enamoramiento con la política, con ese costado social”.
¿Cómo tomó la decisión de ser Intendente en medio de un clima político que casi era un volcán a punto de estallar?
“Todo se dio a una gran velocidad. Primero tuve una gran discusión con mi viejo porque quería que me postulara como Concejal en una interna peronista que ganamos muy bien a pesar de todos los problemas económicos e institucionales que había. Mi viejo falleció un mes y medio después. Ahí tuve que tomar una decisión crucial en el marco de un contexto económico del Municipio terrible, con tasas congeladas en su precio desde 1991 hasta el 99, con una cobrabilidad del 22%. Las tasas tenían un valor ínfimo pero encima la gente no las pagaba y dependíamos de la Coparticipación que llega de provincia. En ese momento teníamos una gran discusión con el Dominguismo por la educación municipal, por la manera de financiar los jardines y el colegio. En los 80 Areco decidió invertir en educación y Giles decidió hacerlo en salud y hoy tenemos la muestra a la vista. Giles debe tener 600 o 700 millones más de Coparticipación que nosotros por esa inversión en salud pero en cambio la educación la provee la provincia de Buenos Aires. Igualmente en mi gobierno abrimos un maternal, que lo quiero como a mis hijos, pero para financiar esa decisión estratégica de Domínguez se tuvo que contraer el margen de maniobra financiero del municipio”.
¿Pero en definitiva, que lo llevó a competir como candidato a Intendente en octubre de 1997?
“Las circunstancias. Como te puedo decir, tenía que vivir el duelo por la muerte de mi padre porque tuve que decidir si era candidato a Intendente 10 días después de que falleció Beto. Era una elección que nadie pensaba que podíamos ganar. Vamos a ser realistas, porque todo el mundo decía que íbamos a perder. Me emociono con el recuerdo de esa elección porque la hicimos con mucha pasión, caminando casa por casa, hablando en los clubes, que en ese entonces tenían otra vida social que era muy rica, conversando con la gente. Hicimos un acto gigante en Unidos que creo que fue lo que indicó que podíamos ganar y ganamos por una diferencia de 800 votos”.