Lucrecia “Lula” López Deheza es maestra en la Escuela N° 13 de Villa Lía. El viernes, fue una de las docentes que quedaron aisladas en la localidad tras el desmoronamiento de la alcantarilla en el ingreso a la Flor del Pago. Varias pasaron la noche en distintos puntos de la Flor del Pago, incluso en las escuelas, pero Lula y dos compañeras se arriesgaron a intentar volver.
En medio de la tormenta y con el agua por momentos llegándole a las rodillas, caminaron desde el destacamento hasta el acceso, donde del otro lado de la alcantarillas las esperaba una camioneta para traerlas de vuelta a Areco.
En una charla con Días de Areco, contó su experiencia en primera persona.
“El viernes al mediodía la escuela se empezó a inundar y tuvimos que cortar la luz. Mandamos mensajes a las familias para que vengan a buscar a los chicos y nosotras poder volvernos al pueblo antes de que se largue peor. Eran las 16:30 y todavía no podíamos irnos porque teníamos alumnos que no habían ido a buscar, y entre compañeras no nos queríamos dejar solas porque sabíamos por lo que nos íbamos comentando las familias que el colectivo no iba a poder entrar al pueblo”, relató. “Todavía no sabíamos nada del puente roto ni nada de eso, porque sin WiFi en el pueblo no tenemos señal, y en ningún momento pasó bomberos o guardia civil o alguna institución estatal para contarnos la situación. Empezamos a encontrarnos con otras docentes de otros niveles en el cuartel de bomberos donde pudimos empezar a comunicarnos con nuestras familias para avisar de la situación, para todo esto ya eran las 6 de la tarde aproximadamente”.
La docente explicó que “una de mis compañeras tenía que llegar sí o sí a Areco porque sabía que su casa estaba con el agua cerca y necesitaba llegar con su familia, así que decidimos salir caminando. Les dijimos esto a los bomberos, asumiendo que nos iban a acercar hasta el lugar hasta donde se podía pasar y brindar alguna ayuda, pero no pasó. Caminamos desde el destacamento hasta el acceso, hasta que el agua comenzó a llegarnos a las rodillas y con mucha fuerza. Nos agarramos las tres de las manos una atrás de la otra y pasamos. Del otro lado había un patrullero y la camioneta de mi pareja que nos estaba esperando. Llegamos tipo 8 de la noche. Mi preocupación es que no había nada señalizando ni brindando información en la salida del pueblo. Ningún tipo de organización ni bajada de línea para actuar en lo inmediato. Estas personas sabían que íbamos a pasar y solo atinaron a decirnos: «es una locura lo que van a hacer». Pero supongo que señalizar, iluminar, darnos sogas para poder cruzar…. no sé, pero seguramente herramientas para garantizar que tres docentes puedan cruzar, había”.
Además, destacó que “estas cuestiones dejan al descubierto la importancia de un Estado que funcione, que garantice a un pueblo no quedar aislado por una rotura de una alcantarilla (que ya se había roto el año pasado) y que siempre somos las docentes las que estamos malabareando y arriesgando todo tratando de tapar los agujeros del sistema. Villa Lía no puede estar aislada porque se rompe una alcantarilla. Es una locura. No es digno. Hace cuatro años laburo en Villa Lía, y cada año crece más y la infraestructura es muy precaria. Pero esto no debería ser novedad para quienes son elegidos por el pueblo y cobran un sueldo (bastante superior a las tres seños que arriesgaron la vida saliendo de la escuela) por mejorar la calidad de vida de la comunidad”.