Justo en la esquina de Alsina y Vieytes, colocada en uno de los plátanos de la verdadera de la casa parroquial de San Patricio, sobrevive al paso del tiempo un aspa o paleta de madera de un viejo molino de color gris con la inscripción UCR pintada en letras rojas ya bastante descascaradas.
Ese cartel, de hechura casera, está allí desde la campaña electoral de 1983 que llevó a Teodoro Domínguez por primera vez a la intendencia municipal y se mantiene como un hito histórico de una época y de un consenso social, popularizado como Nunca Más, que le puso fin a la violencia y al terrorismo de Estado como mecanismo para resolver las diferencia políticas que hoy, 41 años después, parece herido de muerte.
En su asunción al frente de la municipalidad, en un acto que se registró el 11 de diciembre del 83, Domínguez pronunció un discurso con conceptos muy precisos para definir sus ideas sobre la cultura, las víctimas de la dictadura cívico militar que llegaba a su punto final, la economía, la educación, con la construcción del tan ansiado edificio para el colegio Nacional Juan Hipólito Vieytes como bandera principal y el fomento de la obra púbica pero fundamentalmente expresó que la ciudadanía se había pronunciado masivamente en favor de la recuperación de un sistema de vida democrático que iba mucho más allá de la restauración formal de la Constitución y de las instituciones de la naciente democracia.
Puede ser un ejercicio intelectual muy interesante reflexionar a partir de ese modesto cartel que perdura porfiado a los sucesivos cambios de aires ideológicos y a las crisis económicas que se repiten hasta conformar una larga cadena de traumas sociales. Tal vez nos está diciendo que debemos retomar desde el principio ese camino que los argentinos comenzamos a transitar luego de la dolorosa derrota en la guerra de Malvinas, porque los problemas actuales no son culpa del sistema de vida democrático sino que son responsabilidad de las políticas económicas que se aplicaron en varios lapsos durante las últimas cuatro décadas y que no son muy distintas a la que instrumentaron los civiles y militares que a sangre y fuego gobernaron Argentina mediante el autodefinido como Proceso de Reorganización Nacional que todavía muchos añoran y revindican amparados en la falta de consistencia de la memoria colectiva.