En números y con las estadísticas frías en la mano, la campaña de Rivadavia en la temporada pasada se puede resumir así: fue finalista del campeonato de verano (perdió en la definición ante Huracán), quedó eliminado en los cuartos de final del Torneo Apertura (cayó en un partido increíble ante River Plate, su clásico rival) y llego a la final del Clausura, instancia en la que no pudo con San Patricio.
Hilando un poco más fino, el plantel que entrena Damián Scarano tuvo que sufrir ausencias muy importantes como las de Alejandro Luque, Tomás Di Filippo (ambos lesionados al comienzo mismo del primer certamen), Luis Romero (que se resintió de una seria lesión en la rodilla al término del Apertura), el talentoso volante Laureano Leguizamón y en el último tramo del año también de Joaquín Hernández (que faltó a dos partidos clave) y de Nicolás De Renzo, que no pudo estar en la final, cotejo en el que tampoco jugó Tomás Gallardo, su principal arma ofensiva. Sin dudas, estas bajas resintieron el poderío del elenco de la avenida Vieytes.
Otro plano para destacar (y este era uno de los objetivos centrales trazados por la dirigencia) fue la promoción y la consolidación entre los mayores de unos cuantos juveniles formados en la entidad: Tomás Martínez, Bautista Leguizamón, Sebastián Fernández, Genaro Ríos, Rodrigo Leguizamón, Ian Fernández, el promisorio Martín Romero y Facundo Tarchini, que si bien es bastante mayor que los nombrados hacía mucho que no jugaba y cumplió muy bien cuando le tocó intervenir. Es este rubro el saldo para Rivadavia es muy favorable.
En el aspecto futbolístico, el técnico (debutante en Primera y con la ayuda de un histórico como Alejandro Pérez) rápidamente definió un planteo táctico simple, por lo general con tres zagueros y dos laterales volantes, apostó a cuidar el orden colectivo, cuando pudo hizo circular la pelota con limpieza, se apoyó en sus hombres de más experiencia (el golero Ramiro Ciaffardini, Hernández, De Renzo, Matías Petit y Romero mientras estuvo en condiciones ), en el temperamento de otros (Diego Ponce, Andrés Tijerath, Tomás Del Osa cuando le toco defender el arco y sobre todo Román Sánchez, de rica estirpe panzanegra) y descansó en la capacidad ofensiva de Matías Oyanguren y los mencionados Gallardo y Hernández, que se convirtió por ahora en el segundo máximo goleador de la historia de la Liga Deportiva.