San Patricio redondeó una etapa de clasificación ganadora, instancia en la que terminó como puntero indiscutido, en cuartos eliminó con algún sufrimiento a Rivadavia y en el primer cotejo de las semifinales cayó 3 a 0 ante River Plate pero además esa tarde perdió un invicto de 18 fechas. La reacción que intentó en el encuentro de vuelta ante los de la Plaza Belgrano no le alcanzó para cambiar el rumbo de la historia y se despidió del Apertura luchando con orgullo para defender los colores de su camiseta.
A lo largo de todo el certamen el elenco que dirige Germán Mangieri mostró atributos conocidos: un aceitado funcionamiento colectivo, oficio para trabajar los partidos y la fidelidad a un estilo de juego histórico más el aporte de algunas figuras individuales como Matías Pigretti, Brian Rivello, Diego Pollier (que tuvo un puñado de actuaciones interesantes), Francisco Simionato y Nicanor Basavilbaso, el gran ausente en los cotejos decisivos.
Esta vez le tocó perder por varias razones. La primera es porque el fútbol es así y tiene estas cosas. Luego porque River Plate jugó un gran partido y lo sorprendió con un esquema de marcas personales y una concentración al máximo y tercero porque algunos de sus hombres más importantes no tuvieron un rendimiento parejo en su prestación y justo declinaron en el último tramo de la competencia.
Seguramente el Clausura que arranca en los próximos días le dará la oportunidad de tomarse revancha.