El médico psiquiatra y especialista en salud pública Luis Giménez, habló con Días de Areco sobre la pandemia de salud mental que atraviesa la sociedad y puso el foco en la prevalencia de las depresiones y en el sufrimiento de los jóvenes.
¿Estamos frente a una pandemia de salud mental?
“Ya podemos hablar de que hay una pandemia de trastornos de salud mental y dentro de esos, particularmente las depresiones son las que más han aumentado exponencialmente. A los psiquiatras y a toda la gente del campo de la salud mental nos preocupa muchísimo, porque todas las depresiones tienen impacto sobre diferentes órganos del cuerpo, no es solamente una enfermedad psicológica o psiquiátrica. Las cifras son contundentes: hasta hace unos cuatro o cinco años, de acuerdo a los estudios de la Organización Mundial de la salud, el primer problema de salud era la enfermedad cardíaca. Ahora pasó al primer lugar la depresión”.
¿Qué pasa con los jóvenes dentro de ese panorama?
“Dentro de eso, particularmente me preocupa mucho el grupo etario de la juventud, donde según estudios de UNICEF Argentina, de los 14 a los 24 años, la segunda causa de muerte es el suicidio. La primera causa son los accidentes, algo que acá en Areco también lo vemos mucho. Ahora, para entender el suicidio, tenemos que ir comprendiendo que es un proceso que va evolucionando y pasando por diferentes estadios. Por lo tanto, lo mismo que cuando uno habla del tema de las adicciones, no es que un chico se hace adicto de un día para otro ni de una semana para la otra, sino que hay que tratar también siempre, insisto sobre eso, de comprender y no juzgar”.
¿Qué pasa desde lo clínico cuando una persona atraviesa una depresión?
“Yendo a la cuestión clínica, en una depresión la persona va a tener debilitadas tres grandes áreas. Una es la anímica y afectiva, donde va a pasar a tener estados de muchísima tristeza, de lo que nosotros llamamos un vacío interno y de ahí se puede llegar hasta lo que se llama el dolor moral, que es un dolor no físico, pero es un dolor tan intenso que se siente adentro que se hace insoportable. A eso luego se le van sumando trastornos a nivel cognitivo, o sea, del pensamiento y de las ideas pesimistas, de desvalorización, hasta que se puede llegar también a un estado de pensamiento de auto denigración. El paciente se siente nada o él dice que es una porquería, se culpa a sí mismo de una manera muy intensa. Se llega entonces al tercer aspecto que es el debilitamiento de la voluntad, un momento en el que el paciente ya no tiene voluntad, no tiene como reaccionar”.
¿Cuánto influye la situación social?
“Sobre el enfoque sociosanitario, creo que vamos a tener que también comprender en qué contexto se dan estas depresiones. En el último Congreso Mundial de Salud que se hizo en Argentina el año pasado se demostró con suficientes trabajos, ponencias y expertos que los factores sociales ya son mucho más importantes que los biológicos y psicológicos en el desencadenamiento de las enfermedades psiquiátricas u otros trastornos de salud mental. Si los profesionales de la salud mental no estamos formados o no buscamos las herramientas más allá de la psiquiatría, del psicoanálisis y de la psicología, no vamos a poder entender lo que está pasando. Específicamente en el tema de las juventudes, pensemos que estamos en una edad muy difícil, de mucha fragilidad, de mucha labilidad porque el adolescente está cambiando, tiene muchas incertidumbres. Entonces, lo que estamos viendo hoy en día es que a nivel de los y las jóvenes, hay, por supuesto, mucha incertidumbre, pero además hay sectores sociales que se ven despreciados o excluidos. Hay chicas y chicos que se sienten humillados y justamente la humillación es uno de los grandes factores de riesgo que se consume un suicidio. A esto lo podemos unir con lo que habíamos hablado de la incertidumbre, de que tienen un futuro muy incierto, muy gris. Hoy, en este momento, hay millones de chicas y chicos que están viviendo sin saber qué va a pasar con su vida, sin poder armar un futuro, sin poder comer bien, sin poder rendir adecuadamente en el colegio por esta falta nutricional. Además, en un contexto social donde muchos se sienten discriminados, esto lleva a otro factor de riesgo que es el aislamiento. Si a eso le agregamos que puede haber o puede empezar a cursar un estado depresivo donde empiece a haber un déficit grande de la autoestima donde el o la joven se empieza a desvalorizar, a sentirse poca cosa, miren el combo que se va armando”.
¿Qué pasa con las políticas públicas?
“Hay insuficiencia de las políticas públicas. Por supuesto, que hay que darse cuenta que el recurso humano, en salud mental, está muy vapuleado, muy desgastado. El trabajo es intenso, muchos están con lo que se llama la situación de burnout, que es fatiga profesional, y no pueden rendir adecuadamente. Justamente por la magnitud del problema, hay que hacer el esfuerzo necesario para poder tener los recursos y la manera de financiar más recursos en salud mental para evitar que nuestra juventud se siga enfermando, se siga suicidando, tenga accidentes donde los componentes psicológicos son fundamentales”.
¿Y con las instituciones?
“Tenemos que tener en cuenta también los factores institucionales. Es decir que no solamente hay insuficiencia en las políticas públicas para atender las cuestiones de salud mental, sino que institucionalmente tampoco hay una adecuada gestión en cuanto a trabajar en red, intersectorialmente. Hay que trabajar con otros sectores, no solamente con el sector salud, sino, por ejemplo y fundamentalmente, el de la educación y quizás con otras instituciones de la sociedad civil”.
Ante todo este panorama, ¿qué se puede hacer?
“Apunto directamente a la prevención. Dado que dijimos que los recursos son insuficientes, que las políticas públicas de salud mental son insuficientes y que siempre vamos a estar atrás del problema, porque es muy grande, lo que planteo es trabajar en evitar en lo posible que se instale en la enfermedad, la depresión, evitar que esos factores de riesgo lleven a que el adolescente consume un suicidio. Las maneras de trabajar en prevención son básica y fundamentalmente con dispositivos grupales, pero tienen que estar bien articulados y relacionados con las diferentes instituciones de la sociedad civil para utilizar las potencialidades que hay en los barrios, en los colegios, en los clubes, como para armar un verdadero programa. Hay que trabajar fundamentalmente en cómo sensibilizar, cómo interesar, cómo lograr que la gente vaya tomando conciencia de la gravedad de esto, porque si no, vemos que hay demasiada indiferencia, se naturalizan estas cuestiones de sufrimiento de la misma manera que se naturaliza, por ejemplo, la violencia de género, la violencia intrafamiliar, etcétera, etcétera”.