El 29 de noviembre de 1978 los reyes de España, Juan Carlos I y Sofía, visitaron San Antonio de Areco.
La recepción oficial (porque ese carácter tuvo la visita real) se realizó en la Estancia La Santa María y el anfitrión principal fue el dueño de casa, el Comodoro Juan José Güiraldes que habitualmente recibía allí contingentes de turistas en una etapa de un desarrollo embrionario de la mencionada actividad.
Los reyes llegaron a la estancia en un helicóptero de la Fuerza Aérea comandado por nuestro vecino, el oficial Zeoli, acompañados por una comitiva integrada por el Ministro del Interior de la Nación, General Albano Harguindeguy, el Gobernador de la provincia de Buenos Aires, General Ibérico Saint Jean y el Ministro de Educación provincial, General Ovidio Solari.
Güiraldes no se ahorró nada a la hora de organizar la fiesta criolla que le ofreció a la paraje real: un desfile de 250 paisanos, una muestra de lo más granado de la artesanía arequera, entre lo que se destacaron las piezas elaboradas por el recordado platero Juan José Dragui y por el reconocido marroquinero Osvaldo Murzicatto, un almuerzo de campo acompañado por un muy buen vino, un espectáculo de música y danzas sureras y las tradicionales destrezas camperas, corridas de sortijas, jineteada y el paso de las tropillas más los sones de la banda del Regimiento de Granaderos a Caballo.
Los reyes permanecieron en La Santa María cerca de cuatro horas y luego regresaron vía aérea a la Ciudad de Buenos de Aires para continuar con su estadía en la Argentina.
Esta visita fue reflejada por la mayoría de los medios de comunicación más importantes del país que enviaron sus modernas videocámaras y equipos de transmisión a San Antonio de Areco para registrar las alternativas de esta presencia de una figura de nivel internacional.
Este acontecimiento generó una fuerte disputa política a nivel local, donde en tiempos de dictadura cívico militar el tradicionalismo se había convertido en un verdadero campo de disputa de poder doméstico, porque el Comodoro Güiraldes no participó de la fiesta al Intendente Municipal Enrique Amondaray, que vio los hechos desde el alambrado de la estancia. Amondaray lógicamente luego le presentó sus protestas al gobernador Saint Jean, que a manera de “compensación” y para saldar el conflicto que alcanzó una escala nacional, remitió al municipio la partida de dinero para retomar las obras de ampliación del hospital Emilio Zerboni (el acceso de vidrio, el hall central, los dos quirófanos y las habitaciones del sector de cirugía) que fueron inauguradas en abril de 1981.