Ocasionalmente, la vida nos sorprende, aunque estemos advertidos … como cuando vamos al mar sin ser expertos nadadores, dejamos que el agua no sobrepase nuestras rodillas, y sin embargo igualmente nos madruga una ola y nos revuelca en la arena mojada; ayer … el tsunami nos llegó a las 3 de la tarde…
Una persona muy cercana a mis afectos me escribe de tardecita:
– Te acompaño el sentimiento; vos eras casi el más cercano –
– Y … sí… estoy muy tristón la pm…
– Sí… lo sé, pero sos fuerte y entendés la muerte de otra manera… por tu profesión y por tu religión…
– Igualmente, la sensación de orfandad me abruma…
– Bueno, rezale y viví la tristeza que casi siempre nos mejora y ayuda…
Parecería ser que, con este diálogo, las palabras fueran suficientes.
¡¡¡Pasional, calentón hasta el exabrupto…!!! Pero con la humildad necesaria para luego disculparse y volver sobre sus pasos en falso.
José Julio celebró constantemente la vida; fue un catador de la calidad… para un salamín o un casimir; un planteo táctico de un DT de fútbol o un buen vino.
Arropaba y dejaba (quería) que lo arropasen… daba consejos y le gustaba ser aconsejado, escuchaba.
Cumplió formalmente el mandato: sentía devoción por César (su padre); admiraba a su madre; expresaba una cotidiana gratitud a su compañera María Inés por el esmero y la dedicación en la formación de Juancito… (esmero y dedicación que compartía)
Pulcro … Ceremonial… para cepillarse los dientes o para admirar un cuadro famoso en cualquier museo del mundo.
Saludador enérgico… dador de buena vibra… aunque, apenas llegado debe andar peleándose a los gritos (como se pelean a los gritos los hermanos que se quieren mucho) con el querido Juan Ramón.
Cada vez que salga a caminar miraré hacia arriba para encontrarme con tu saludo vibrante, a mano alzada y montado en una bici de colección.
Seguiré andando y admirándome de la vida, junto a tu guarda… amigo.
Gabriel Eterovich