Babacar nació en Senegal, pero hoy se siente también argentino. Llegó al país hace más de una década y desde 2019 tiene su local, África Shop, en la calle Arellano.
Terminó en Areco casi de casualidad, por recomendación de un amigo, y hoy dice que es su lugar. Reacio para las fotos, se animó sí a esta charla con Días de Areco donde contó cómo llegó a Argentina, cómo lo recibió Areco y destacó que piensa quedarse acá.
¿Cómo llegaste a Argentina?
“Cuando era chico mi sueño era viajar, ir afuera de Senegal. Argentina no estaba en mis planes, primero porque estaba muy lejos y además porque no había muchos africanos. La mayoría, como muchos amigos, estaban en Europa, porque estamos muy cerca y fuimos colonia francesa y muchos iban a estudiar a Francia. Pero tenía un amigo muy cercando que cuando terminé de estudiar comercio, tenía un local y él tenía también un negocio muy cerca y después vino a Argentina. Mi prioridad era Estados Unidos, quería ir allá, pero probé dos veces hacer la visa y no me la dieron. Cuando mi amigo volvió de vacaciones a Senegal le pregunté cómo estaba Argentina, por qué había ido allá y él me dijo que en ese momento (era 2010) Argentina estaba muy bien para trabajar, mejor que Europa. Él me aconsejó que viniera a probar, que si quería salir de Senegal tenía que ir a Argentina a probar, porque a él le iba bien. Antes conocía Argentina por el nombre, por el fútbol, porque soy fanático del fútbol y soy re hincha de Argentina desde que era pibe”.
¿Cómo fue después el proceso?
“Le dije que sí a mi amigo y empecé a preguntar cómo hacer para ir a Argentina. Me explicó que él llegó a Brasil. Como yo tenía algunos papeles como comerciante, fui a una agencia para venir a Brasil, me buscaron una carta de invitación y me dieron al toque una visa. Dejé el negocio, pagué el pasaje de Senegal para Río de Janeiro a Brasil y después vine para Argentina”.
O sea que llegaste primero a Brasil…
“Cuando llegué a Río me costó mucho porque no sabía el idioma, no sabía qué hacer. Era todo muy difícil, no me lo voy a olvidar nunca. La primera noche fui a un hotel y mi amigo me había dicho que tomara un micro hasta San Pablo para después venir a la frontera. Fui a una terminal y no sabía nada, pero como hablo francés entendía algo y pude comprar el pasaje. Ya en el micro les pregunté a unos chicos si hablaban francés y me dijeron que no, pero otra persona que estaba más adelante se levantó y dijo que sí, que él hablaba francés. Él me salvó, fuimos todo el camino hablando, seis horas de viaje. Cuando llegamos me explicó dónde comprar el ticket del otro micro a la frontera y cuando me acerqué había dos muchachos senegaleses, pero yo no sabía si eran o no de mi país. Por ahí la gente piensa que todos los morochos, los negros, son de Senegal y no, hay haitianos, nigerianos, somos muy distintos. Con los chicos nos miramos, los saludé en mi idioma y me contestaron. Los dos estaban esperando también para venir acá a Argentina. No tenía mucha plata, lo que tenía no me alcanzaba para hacer el viaje y los chicos me dijeron que fuéramos igual, con lo que teníamos. Vinimos hasta la frontera y cruzamos, ese fue mi camino. Con esos mismos chicos tomamos otro micro y llegamos a Buenos Aires”.
¿Cómo te fue en Buenos Aires?
“Era enero de 2012 cuando llegué a Buenos Aires. Allá tenía un primo, hijo de una amiga de mi mamá, y quería ir a la casa de él, pero no tenía sus datos, el número de teléfono lo tenía mal. Los chicos me llevaron a una especie de hotel y en ese momento lo único que quería era volver a Senegal, estaba desanimado porque estaba en otro país, no hablaba el idioma, no sabía lo que iba a hacer. Si hubiera tenido el avión cerca, me volvía, pensé que había elegido mal, no podía dormir ni estar contento. Me quedé ahí y le pregunté a otro chico si conocía a mi primo. No lo conocía, pero me dijo que lo íbamos a buscar. Salimos, preguntamos y lo encontramos. Ahí cuando llegué a su casa respiré un poco, me gustaba la casa, tenía gente conocida, y me empecé a normalizar”.
¿Estuviste mucho tiempo en Buenos Aires?
“Me quedé unos años ahí pero no me iba muy bien. Volví a Brasil a trabajar en una empresa de alimento para animales. Estuve dos años muy bien, llegué a ser como jefe de turno, y después volví un verano a Argentina, a laburar en la costa, y después quería ir a visitar a mi familia en Senegal. Cuando fui a la costa, laburé y no sabía si volver a Brasil o quedarme acá. En ese momento ya tenía la nacionalidad argentina y pensé por ahí ir a Europa, donde tengo muchos amigos”.
¿Qué pasó después?
“Después de la costa me llamó un amigo que tenía su local en Arrecifes y conocía Areco. Yo estaba soñando con irme de Buenos Aires, ir a otra provincia, pero ni conocía Areco, no estaba en mis planes. Yo quería una ciudad grande, lejos. Incluso fui hasta Río Gallegos en Santa Cruz a buscar un local para trabajar. Fui con un amigo, primero hasta Comodoro Rivadavia y después seguimos. Cuando llegamos, hacía un frío muy fuerte, no se podía ni caminar. Fuimos al centro, miramos, nos pareció complicado y no me gustaba el frío, no andaba nadie por la calle. Volvimos porque vimos que ahí iba a costar mucho, lo mismo en Comodoro, y vinimos de nuevo para Buenos Aires. Me quedé un tiempo ahí y me llamó mi amigo de Arrecifes y me dice “Babacar, por favor, yo conozco un pueblo que se llama Areco, que es el pueblo de los gauchos y hay plata, está cerca de Buenos Aires, andá allá y míralo. Yo voy cuando hay fiesta y no hay ningún vendedor africano allá, por favor”. Le dije que sí pero sin importancia. Después entré a Google a mirar cómo era la ciudad y vi que en ese momento tenía 20.000 habitantes y le dije a mi amigo que era chiquito, que no iba a poder vender. Mi amigo me llamó tres veces y pensé, “Bueno, tengo que probar porque mi amigo me dice”. Una madrugada fui a Retiro, pregunté por los micros a Areco, compré mi pasaje, subí y le pedí al colectivero que me avisara cuando llegáramos porque no conocía. Llegué, me bajé en la terminal y no sabía dónde iba, le pregunté a un chico dónde estaba el centro”.
¿Cómo fueron tus primeras horas en Areco?
“Salí a las 6 de Buenos Aires y llegué acá antes de las 8, pregunté por el centro y no andaba nadie. Me acuerdo que entré a Nilo, que no lo conocía, a tomar café y las chicas me señalaban y se llamaban entre ellos con otras personas para mirar, contentos. Les pregunté si ahí era el centro y les pedí que me guardaran el maletín que había traído. Recorrió hasta la punta para ver los locales y pensé “no, no me animo porque no veo nadie andando como en la ciudad grande. Mi amigo quiere pero acá no se puede”. De ahí me quedé todo el día. Me fui con mi maletín con mercadería y vendí un poquito. Me acuerdo de un chico que fue mi primer cliente y me compró una cadena finita. Ahora está grande, vive acá cerca, y fue mi primer cliente. A la tarde me fui a preguntar dónde dormir, encontré un lugar y al día siguiente hice lo mismo, seguí mirando la ciudad, cómo era el movimiento. Entonces encontré este local y el del al lado, que tenían cartel para alquilar. Llamé por el otro local y no me respondieron, pero por este el dueño me respondió enseguida y me lo alquiló rápido”.
Para ese momento ya era 2019 y abriste tu local. ¿Te costó mucho al principio?
“Cuando empecé costaba. Toda la plata que tenía la invertí ahí al punto que no tenía ni para comprar mercadería. En los pueblos, no ves mucha gente pero si a la mañana no vendés nada, a la tarde vienen dos o tres personas y listo. Mi amigo me decía que aguantara. Primero tenía una empleada y me iba a Capital casi toda la semana a vender allá y después me empecé a quedar acá a mirar el rubro, ver qué compraba la gente. Desde ahí no voy más a Buenos Aires, voy a comprar y vuelvo”.
¿Cómo te recibió la gente de Areco?
“La verdad, la gente me recibió re bien. Ahora los quiero mucho. Si me voy de acá, es para ir a Senegal a visitar, porque acá es mi país. A Buenos Aires voy a comprar y vengo porque me acostumbré al pueblo y la gente es buenísima. Puedo decir que Argentina es mi segundo país, mi país del corazón. Yo soy argentino senegalés, puedo votar acá y hacer todo. Por suerte Argentina me dio la nacionalidad. Lo que me queda solamente es agradecer a este país y seguir, en las buenas y en las malas. Tengo muchos amigos que se fueron, pero yo no. Acá me va bien. El país tiene problemas, pero me voy a quedar acá pero todo lo que tengo es gracias a este país. No soy rico, pero estoy bien, no tengo que pedirle nada a nadie y eso para mí es la riqueza. Mi familia que está en Senegal, allá tengo mi mujer y dos nenas y están felices, tienen su casa, no les falta nada, estudian bien, y yo estoy feliz. Cuando quiero ir, me voy, me quedo dos meses con ellas. Mi amigo me hizo venir a Areco, pero ni él puede sacarme de Areco”.