El domingo 25 de julio de 1978 las calles del pueblo se inundaron de gente para festejar la consagración de la Selección Argentina como campeón mundial por primera vez en la historia, luego de vencer 3 a 1 a Holanda en la vibrante final del torneo
Esa tardecita, la caravana de vehículos parecía interminable en un recorrido que se extendió por las calles Alsina y Arellano desde Lavalle hasta la avenida Vieytes. El cruce en la esquina de General Paz y Alsina, frente a la tienda Galver (hoy Pardo) y a la farmacia de Loleo (hoy Areco Deportes) se convirtió en el punto neurálgico de la convocatoria de vecinos que viajando en autos, en la caja de los camiones y camionetas, hacían sonar bocinas, bombos y cornetas mientras se protegían del frio del invierno enfundados en banderas, ponchos y otras prendas donde prevalecían el celeste y el blanco.
Las fotografías del recordado Abel Rossi que publicó el desaparecido semanario La Gaceta son una pintura cabal de la celebración popular del Areco de finales de la contradictoria década del 70 que estaba llegando a su fin: los marcas de los automóviles clásicos de aquel tiempo (que recordamos en blanco y negro) Citroën, Rastrojero, Ford Falcón, el Peugeot 404, el tractor sin cabina tirando un carro, los gorritos de lana, los carteles de publicidad en la vía pública, los muñecos producto del carnaval artesanal que siempre nos distinguió, el Intendente Enrique Amondaray (vestido con su habitual saco blanco) festejando con la gente, la vieja matiné del Prado Español donde se prolongó la fiesta de los más jóvenes.
Tal vez este domingo 18 de diciembre de 2022, cuarenta y cuatro años después de la vuelta olímpica del cuadro que dirigía el flaco César Luis Menotti, muchos se vuelvan a congregar en los mismos lugares, como lo hicieron también para celebrar el título del 86, se mezclen en un abrazo fraternal, profundo, emocionado con sus hijos (que tienen la edad que sus padres tenían entonces), con los hijos de sus hijos, con los nietos de sus amigos de toda la vida y con algún muchachito que apenas conocen de vista mientras se acuerdan de los que ya no están pero que sí estuvieron en esas mismas calles de San Antonio de Areco festejando el campeonato del mundo que había ganado Argentina en el 78.
Ojalá mañana, motorizados por el fútbol, podamos encontrarnos nuevamente para festejar porque la verdad, en esta nueva etapa de vacas flacas (donde una vez más las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas como cantaba Atahualpa) nos hace faltar vivir una alegría. Aunque más no sea por un ratito.