Con sufrimiento pero con absoluta justicia. Si a esta altura importara un análisis del partido, Argentina jugó un primer tiempo de altísimo nivel. También arrancó muy bien en el segundo tiempo del alargue. Francia tiene un jugador monstruoso como Mbappé y con más potencia física que fútbol alcanzó un empate agónico. Después en los penales el monstruo fue Emiliano Martínez y los pateadores argentinos fueron infalibles.
Luego las calles del pueblo se inundaron de banderas, cantos, papel picado y bocinas para completar el ritual inaugurado el martes, tras el triunfo en la semifinal. La peregrinación laica de cientos de automóviles concluyó otra vez la esquina de Alsina y Alem que fue el punto elegido instintivamente para la reunión popular y multitudinaria porque el fútbol nos permitió disfrutar de una nueva e inmensa alegría.
En cada rincón del país, en cualquiera de sus cuatro puntos cardinales, se vivió una situación similar, con rienda suelta para el festejo motivado por un éxito que agranda la historia del país que ahora engrosó su lista de títulos con la tercera Copa de mundo en sus vitrinas.
El fútbol es algo visceral, que se siente como una pasión infinita y cargado de una vibración difícil de describir, que de tanto en tanto nos sacude a fondo con una cadena de triunfos que llega a la cima victoriosa de una competencia que reunió a los mejores del planeta.
Estas imágenes de la calurosa tarde del domingo 18 de diciembre de 2022 (como las del 78 y las del 86) trascenderán el paso del tiempo y quedarán guardas por siempre en los mejores capítulos de nuestra memoria colectiva.