Agustina Murillo es la creadora de Tilo, la tienda taller donde produce y vende sus prendas hechas a mano con estampas en serigrafía y también dicta talleres.
En esta charla con Días de Areco, habló de su recorrido con la costura y la creación de prendas, repasó su costado docente en su propio espacio y en la carrera de diseño y producción de indumentaria en el Instituto 143 y esbozó algunos objetivos para 2025.
¿Cómo definirías lo que hacés?
“A mí me gusta crear prendas. Ni siquiera te diría diseñarlas sino que me gusta más hacerlas, me siento cómoda en eso, resolviendo algunas cuestiones más del hacer que del diseñar. Me gusta la parte práctica, el taller y su dinámica”.
¿Cómo arrancaste en este mundo de la producción de prendas?
“En mi familia la costura siempre estuvo ligada más al rebusque si se quiere. Tenía una tía que hacía jeanería y yo pasaba mucho tiempo con ella. Tenía una vida muy difícil, un marido desaparecido, era ella sola con una nena, y en un momento de mucha necesidad, sobre todo en los 80, empezó a trabajar para una fábrica. En ese momento se usaba que te daban un bolsón con los cortes y tenías que armar las prendas. Ella iba y venía con los bolsones y siempre era vista como ‘pobre, mirá lo que tiene que hacer’, se entendía a la costura como la herramienta de alguien que no tenía estudios o no estaba muy bien. En cambio, yo lo veía como algo re lindo, me gustaba su taller, que era un espacio bastante amplio atrás de su casa. Cuando empecé a hacer ropa, de hecho ella fue la primera que me compró. Por otro lado mi abuela paterna, mi abuela Sara, tenía máquinas en su casa y me gustaba ir a verla, pero para ella era algo como sumamente deshonrado. Ella era una mujer que le gustaba mucho leer y dedicarte a la costura, le parecía como que era poco”.
¿Cómo fue tu formación?
“Cuando arranqué estudiar, me recibí de la licenciatura en administración en la UBA, pero a mitad de carrera me dio un colapso porque no me gustaba. Arranqué el CBC de psicología, pero me di cuenta que tampoco era para ese lado. Después llegué a diseño de indumentaria, que cuando arranqué era una carrera que tenía pocos años. Cuando entré a FADU, se me voló la cabeza en 80 pedazos y dije ‘es acá’. Terminé administración y seguí indumentaria unos años. Me compré la máquina de coser con la indemnización de un laburo en un call center y después mis viejos me regalaron una overlock chiquita y así arranqué”.
¿Ahí empezaste a hacer tus propias prendas?
“Empecé a hacer algunas prendas y cuando estaba en Económicas y ya había arrancado a estudiar diseño de indumentaria, conseguí un trabajo a través de un amigo. Trabajé para una mujer que tenía una empresa que hacía ropa en Argentina, tejidos en Perú y bordados en México pero tenía su empresa en Estados Unidos y necesitaba alguien de confianza que le hiciera las cuentas. Como todo se hacía por internet, pude venir a vivir a Areco y en paralelo iba haciendo mis prendas, siempre muy tranqui”.
¿Cómo surgió Tilo cuando llegaste a Areco?
“En realidad cuando nos vinimos a vivir a Areco, la idea era armar un café que tenga algunas prendas colgadas, por eso Tilo, te más hilo. Pero cuando fuimos a averiguar al municipio, nos pedían baños para varones y mujeres, para personas con discapacidad, y nosotros solo queríamos poner unas pocas mesas, así que el costado del café se tiró para abajo. Me quedé con el local, con algunas prendas e incluso hacíamos tés artesanales y con el tiempo fui virando más solamente hacia las prendas y empecé con los talleres de costura”.
¿Cómo fuiste definiendo el estilo de tus prendas, que hoy es muy distintivo?
“No sé muy bien cómo llegue a eso. Sinceramente, las prendas amplias siempre me gustaron y ahí me identifico. Hay algunas particularidades que me doy cuenta que me gustan, como por ejemplo los pespuntes de otro color o ciertas terminaciones, y por supuesto las estampas, que son muy notorias. La moldería la hago toda yo y eso también identifica cómo abordás el cuerpo. Los cuerpos que por lo general pienso no son esbeltos, me voy más a mi cuerpo, a cuerpos no tan hegemónicos en ese sentido. Quizás suena un poco naif, pero si agarro una prenda, sé en qué momento de la vida la hice, si fue en un momento de mayor felicidad o de tristeza. Para mí es la construcción de la prenda lo que la identifica como de Tilo, hay algo de la morfología de la prenda que la distingue”.
¿Y las estampas?
“Nunca fue mi fuerte. Había empezado a estudiar serigrafía en Buenos Aires y cuando me vine a Areco quería seguir en ese camino y la conocí a Lola Vergara del Pozo. Hice un taller con ella y me dio no una mano, 280 manos, fue muy generosa en cuanto a sus conocimientos y me abrió a ese mundo. Como para dibujar no soy buena (es una materia pendiente que tengo), siempre busqué personas que pudieran hacerlo y además la manera en la que estampo es bastante particular porque uso un solo color y no soy prolija. Con las estampas me gusta pensarlas, ver la estética cómo es, y el dibujo lo hace otra persona”.
Además sos docente, das talleres y además materias en el 143…
“Sí, doy los talleres acá hace añares. Siempre gustaron los talleres y si bien mi formación textil formal no está completa, hice muchos talleres, me formé en moldería, en las máquinas. Diseño de indumentaria en la UBA es meramente diseño, no hay producción. Entonces si bien la parte de diseño me gusta, me quedaba inconclusa la parte de producción y fui buscando y armándome mi propia formación. Ahora abrió la carrera en el 143 donde soy docente y me encanta porque es diseño y producción de moda, así que reúne todo, tiene una parte de diseño que está buenísima, que implica jugar, desconectar un poco de las estructuras tradicionales, y también uno de producción, de trabajo en taller. Empecé a dar diseño y prácticas profesionalizantes en primer año y quizás tome algunas materias de segundo este nuevo ciclo lectivo. El año pasado fue increíble, con muchas alumnas de todas las edades, y siguieron un montón”.
¿Qué objetivos tenés hacia adelante con tu oficio?
“Creo que una de las cosas que me gustaría es darle más bola al taller y no tanto a la venta al público, que nunca fue mi fuerte. Ahora, con todo esto de las redes, siento que ahí puede haber un descanso, que las ventas se den por ahí y en paralelo destinar más tiempo al taller y a abrir el espacio para que haya más intercambios. Esas son las ganas para este 2025, tratar de que acá sea un espacio para jugar”.