Este 11 de agosto se cumplen 26 años de la muerte de Roberto “Beto” Sorchilli y fue el principal suceso que hizo de ese recordado 1997 un momento singular de la historia reciente de San Antonio de Areco.
El último tramo de la vida de Beto fue esencialmente vertiginoso a partir de que en noviembre de 1993 hizo pública su aspiración de ser candidato a Intendente de un pueblo que todavía lamentaba el fallecimiento de Tito Domínguez. Desde entonces emprendió un recorrido que transcurrió a 100 km por hora con algunos mojones trascendentes para identificar en la línea de tiempo como lo fueron el triunfo que el 14 de mayo de 1995 consiguió sobre el radical Norberto Campodónico, la asunción al frente de la Municipalidad, que se registró la calurosa tarde del domingo 10 de diciembre de ese mismo año, y la etapa de crisis política con hondas consecuencias institucionales que se abrió en noviembre del 96 y que concluyó con su destitución votada por la mayoría del Concejo Deliberante el 9 de mayo de 1997.
En ese corto período, Sorchilli padre logró cosas importantes: la compra de los terrenos donde hoy está el barrio Ex Feria, la instalación de la empresa textil Coresa, la terminación de 42 viviendas del barrio 102 o Presidente Perón, la subvención provincial de los salarios de los docentes del sistema educativo municipal, la participación popular en la Fiesta de la Tradición y en los carnavales, la planificación de la ampliación del Hospital Zerboni (una obra que más tarde concluyó su hijo Fabio) y el embellecimiento de la Plaza Ruiz de Arellano, una tarea que realizó en conjunto con los vecinos de la zona.
Claro que Beto cometió errores en su andar a todo vapor, algunos de calibre grueso pero agravados por disputas y defecciones internas, pero los pagó con un precio altísimo, ni más ni menos que con su propia vida cuando apenas tenía 52 años y solo había avanzado hasta casi la mitad de su mandato legal.
Con el correr de los meses su salud se fue deteriorando a causa del stress promovido por las tensiones permanentes de una gestión de gobierno también jaqueada por un anti peronismo visceral y extremo que fue ejercido sin contemplaciones y sin medir ningún tipo de consecuencias.
Roberto Sorchilli fue un peronista clásico, sentimental y un emergente de los sectores populares a los que intentó representar mientas su sueño efímero tuvo hilo en el carretel. Esa condición de hombre humilde que llegó a lo más alto del poder político local también le cobró sus altos costos porque una franja amplia de la sociedad no toleró el encumbramiento de ese peronismo plebeyo con anclaje en la periferia, en Villa Lía y en un electorado que antes había optado por votar a Domínguez.
Pero para terminar con esta sencilla evocación quedan dos hechos salientes para aportar a manera de reflexión sobre ese segmento tan especial de nuestro pasado.
La despedida que el vecindario le brindó a Beto fue conmovedora con una larga caravana de vehículos que lo acompañó hasta el cementerio, donde se reunió una verdadera multitud, con la gente saliendo a saludar el cortejo desde la puerta de su casa. Fue un acontecimiento marcado por un dolor popular y sincero como pocas veces se vio.
El otro punto fue la victoria de un muy joven Fabio Sorchilli que el 14 de octubre, dos meses después de la muerte de su padre, se impuso por 800 votos de ventaja en las urnas de una elección convocada de forma extraordinaria y pudo completar los dos años de mandato que quedaban vacantes.
Ese lejano domingo de octubre de 1997 la mayoría del electorado (todavía conmovido por la emoción fuerte que había experimentado) habló con su voto y le dio una nueva oportunidad a un naciente movimiento político como lo fue el Sorchillismo que luego condujo los destinos del peronismo doméstico por más de una década.