El pianista José Tambutti y el fotógrafo Maximiliano Amena llegaron con su espectáculo “Arribo” al Teatro Argentino de La Plata. El sábado pasado presentaron esta pieza, que nació en Ojos Negros, el espacio cultural que fundaron en Duggan, como parte de las propuestas del Instituto Cultural de la provincia.
En una charla con Días de Areco, Tambutti y Amena explicaron el proceso creativo detrás de la puesta, que definen como “una confluencia músico-visual” y que ya se presentó en Duggan, Areco y Capitán Sarmiento.
“Cuando creamos Ojos Negros, nuestro espacio en Duggan, nos interesó acercarnos al Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, porque nos pareció que era una propuesta que podía ser destacada dentro de la provincia, un espacio cultural en plena zona rural. Mandamos una carta de presentación del proyecto y ahí fue el inicio del contacto con el Instituto. Además, el director del Teatro Argentino de La Plata estuvo presente en una función anterior de Arribo y nos pareció muy atractivo hacer el espectáculo dentro del ciclo de pianistas 2024 con la particularidad de que era una propuesta diferente a lo que se venía ofreciendo”, contó Tambutti.
¿Cómo surgió Arribo?
Amena: “Arribo se fue armando con dos obras, la mía en fotografía y el repertorio de José, que lo fue construyendo a lo largo de muchos años. En mi caso, vengo desarrollando mi trabajo personal más allá del fotoperiodismo. Soy documentalista y fui cruzando eso con herramientas del surrealismo que tiene mucha tradición en la fotografía callejera, de la figura del flaneur, del juego más libre del encuentro del ojo y la cámara con el entorno y de construir desde ahí, sin planificar. A lo largo de muchos años se fueron acumulando distintos territorios con distintas conexiones, como por ejemplo el mar y las metáforas de la infancia. La obra transcurre casi toda en Argentina: hay una navegación de la Isla de los Estados, bastante de Tierra del Fuego, un bosque de lengas, pero también territorios urbanos y cada uno tiene su particularidad. Además, cuando vinimos a vivir a Duggan, empecé un trabajo fotográfico a través de la obra de Ricardo Güiraldes desde su texto ‘El Sendero’ y la relación de Güiraldes con las filosofías orientales, el misticismo y el taoísmo. Eso entró en consonancia con la búsqueda de ir a Duggan, de la pampa, de ese espacio vacío donde ocurren un montón de cosas pero que muchas veces se piensa como un lugar llano, puro horizonte. También influyó el proceso vital de dejar la capital y venir a encarar este proyecto más rural”.
¿Cómo siguió esa búsqueda?
Amena: “En ese mismo juego nos encontramos con José y a través de Ojos Negros, el espacio que construimos pensado para que sea un lugar para la fotografía y la música, empezamos a trabajar en una confluencia, en un proceso bastante largo de improvisaciones y de probar su repertorio con la narrativa que yo venía construyendo. Fuimos afinando la narrativa para hacer algo donde la imagen y su edición empiezan a jugar con el piano en vivo. Eso fue decantando en esta pieza que no es el acompañamiento del piano a las fotos ni tampoco al revés, es una especie de tercer relato donde sentimos que el todo es más que la suma de las partes. Se fue dando un proceso de ensamble que fue decantando por sí mismo y arribamos a esta edición que estamos presentando este año. Arribo es una obra en progreso, viva, que va a seguir mutando y creciendo a lo largo de las presentaciones”.
¿Fue un desafío llevar el espectáculo al Teatro Argentino de La Plata?
Tambutti: “Llegar al Teatro Argentino de La Plata fue un camino. Antes de eso, desde nuestro espacio en Duggan pasamos por el Salón Guerrico en Areco y en Capitán Sarmiento por el Teatro Ítalo Argentino que es más grande, tiene muchas localidades, palcos, etc. Esa experiencia fue la que nos mostró las posibilidades, la versatilidad que tenía Arribo para presentarse también en espacios más grandes. Así que al llegar al Teatro Argentino de La Plata estábamos tranquilos porque habíamos tenido esa experiencia previa y además sabíamos del despliegue técnico del Teatro Argentino, que es impecable”.
Ahí se encontraron con herramientas y recursos técnicos de primer nivel…
“Algo interesante también que pasó en el Teatro Argentino, es que cuando los recursos técnicos son tan sólidos (un piano de cola de enorme calidad, una proyección con pantalla de cine) el hecho artístico tiene la posibilidad de aparecer de manera más cómoda. Eso nos entusiasmó mucho a continuar, porque vimos el potencial de la puesta. Cada espacio es distinto, por supuesto, porque en Ojos Negros por ejemplo se puede hasta escuchar la respiración de quien está ahí, y eso también genera otra vivencia tanto para el que escucha como para quien está de este lado. Eso es bien interesante porque inclusive para mí, desde lo musical y habiendo trabajado en teatro, mi experiencia siempre fue solo, tocando como si fuera una cinta. En Arribo tengo una relación con la imagen que siempre es distinta, que genera una experiencia enriquecedora como performance artística. Si miro, si no miro, si la pantalla está cerca o está más lejos, eso hace que cambien las cosas y el pianista deja de ser solo el pianista para meterse en una dramaturgia”.