El Dr. Marcelo Vigil, que actualmente se desempeña como director del hospital provincial de Zárate, le explicó a Días de Areco en qué consiste la discusión abierta para avanzar hacia la implementación de un Sistema Nacional Integrado de Salud, tema central de debate en el último Congreso que se llevó a cabo en Entre Ríos en noviembre de 2022.

A lo largo de la charla, Vigil explicó que es tiempo de dejar de pensar la salud de manera mercantilista porque es un derecho universal avalado por la Constitución Nacional y que debe ser sostenido y garantizado por el Estado.

El médico, que tiene una experiencia como sanitarista en el sector público, dijo que el engranaje actual del sistema de salud esta desgatado, sobre estimulado y sobre recargado.

¿Qué es el Sistema Nacional Integrado de Salud que promueven tanto la Vicepresidente de la Nación como el Ministro bonaerense Nicolás Kreplak?

“Hay que hacer una análisis bastante complejo porque tenemos que tomar en cuenta todo lo que implica establecer un Sistema Nacional Integrado de Salud que hoy se encuentra parcelado. Este tema ya se viene discutiendo desde los años 90 cuando en el gobierno de Menem se empezó a dar vuelta el sentido de lo que era la atención de la población a través de hospitales, obras sociales y prepagas. Esto hay que normalizarlo porque en algún momento la financiación del sistema de salud argentino va a estar comprometida. Esto tiene que cambiar y se tiene que adaptar a las nuevas condiciones de este siglo porque no vamos a tener resultados favorables de acá a 50 años”.

¿Qué características tiene el sistema de salud en Argentina?

“El sistema de salud argentino tiene características propias y otras que podríamos definir como internacionales. Debemos pensar que no tenemos que implementar políticas impuestas desde el exterior porque hasta ahora se incorporaron ideas que sirvieron en otros países (me refiero a los tiempos de Menem para ser específico y luego con el neoliberalismo de Macri) pero que no son aplicables en Argentina por lo tanto generaron muchas dificultades. Hay que analizar esto, que es lo que ocurre en la macro o superestructura de salud”.

¿Qué cambios hizo el peronismo en la década del 40 en materia de salud pública?

“Haciendo un poco de historia está claro que la salud en Argentina cambió durante el primer gobierno de Perón. Los hospitales que había en los municipios, en las provincias e inclusive los nacionales eran casi de beneficencia, como pasó acá con el Zerboni, que se sostenían con unos pocos aportes que hacía la Municipalidad o del Estado más lo que hacía la sociedad. Esto fue así hasta el ‘46 donde se fue trasformando desde el ministerio que tenía a cargo Ramón Carrillo que construyó hospitales nuevos pero con una idea muy integral de la salud. No era solamente la asistencia del paciente sino que era un hospital muy bien estructurado en la atención, la curación y con todos los elementos que incluyen la buena atención de un paciente. O sea que se estableció el acceso a la salud como un derecho universal garantizado por la Constitución Nacional. La salud es un derecho inapelable porque no es ni una obligación ni un servicio como lo pretenden hacer entender las ideas económicas liberales”.

En líneas generales, ¿qué políticas llevó adelante el ministro Ramón Carrillo?

“A partir de Carrillo se crearon los grandes hospitales escuela: el Castex, La Plata y otros en el interior del país donde el director vivía en el mismo hospital y le dedicaba su vida a la actividad sanitaria. Pero después de la caída de Perón se abrieron las obras sociales sindicales que empezaron a intervenir en el mercado. Cada gremio conformó una obra social con el aporte de sus afiliados y abrieron sus propias clínicas. Luego en los 90 aumentaron las famosas prepagas, que todo el mundo las conoce, y se desbalanceó el sistema de salud porque captó a las personas de mayores ingresos. Entonces hoy tenemos un sistema público, otro sindical con obras sociales y el prepago con sus sanatorios y cada uno de ellos tiene su propio presupuesto. Es una barbaridad lo que Argentina invierte en salud, el equivalente a Suecia, pero sin una correspondencia en la prestación hacia abajo”.

¿Qué se puede hacer ante esta situación que usted describe?

“No solamente se desperdician recursos económicos en medicamentos, estructura, en insumos sino que siempre se está pensando la salud en forma mercantilista y eso no debe ser así. Entonces hay que redistribuir esos recursos a nivel organizativo de la infraestructura. Argentina gasta el 6% del PBI en salud y lo que hay que discutir a dónde se dirige ese dinero para abarcar todas las áreas, no solo la de asistencia sino la de prevención y atención primaria. Esto debe ser regido desde el Estado porque la salud es un derecho universal avalado por la Constitución Nacional y por la Organización Mundial de la Salud, que debe ser sostenido por todos más allá del color político de cada gobierno. Esto en cuanto se refiere a la superestructura de salud”.

¿Qué ocurre con el recurso humano en salud: médicos, auxiliares, administrativos, enfermeras?

“También hay que tener en cuenta el recurso humano que trabaja en los hospitales públicos, en las clínicas de las obras sociales y en los sanatorios privados que está multiexplotado. Un médico tiene tres empleos. ¿Cuándo puede rendir, laboralmente, ese médico? Acá está en juego también la retribución en salarios, la efectividad, la docencia, la capacitación científica. Lo mismo vale para las enfermeras, los ambulancistas, todos los auxiliares de la salud, el administrativo porque todo forma parte de un engranaje que está desgastado, sobre estimulado y sobre recargado. Acá debemos optimizar el uso del recurso humano porque un médico no puede estar en tres lados al mismo tiempo. Una enfermera, un administrativo  y un ambulancista tampoco. Entonces hay que diseñar una política adecuada. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿En qué momento? Eso es lo que aporta el debate sobre tener un Sistema Nacional Integrado de Salud”.

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