El Licenciado en Relaciones Internacionales, Santiago Gasparro, analizó para Días de Areco el nuevo mundo “en constante desorden” en el que se debe insertar la Argentina y remarcó que en las próximas elecciones estará en juego la manera en que nuestro país se vinculará con este contexto internacional.

A lo largo de la entrevista, Gasparro destacó el final del desfavorable acuerdo que el gobierno de Mauricio Macri había firmado con el Reino Unido, resignando soberanía, y describió las principales características de un mundo multipolar con el crecimiento del peso de los países emergentes.

Esta semana la Cancillería Argentina anunció el punto final de un acuerdo con el Reino Unido, desventajoso para el país, que había firmado el ex Presidente Mauricio Macri. ¿Qué opinión tiene usted al respecto de este tema?

“La última semana del mes de febrero, entre arduas ruedas de negociaciones de Sergio Massa en su gira por Europa, el alza de los precios de los servicios públicos y un calor agobiante, tuvo su broche de oro con el anuncio de la Cancillería Argentina, más precisamente del Ministro Santiago Cafiero, de la finalización del polémico  acuerdo Foradori – Duncan, una declaración conjunta entre nuestro país y el Reino Unido firmada en 2016 que prácticamente concedía soberanía a Londres sobre las Malvinas en materia de explotación de recursos naturales y comunicaciones, tirando por la borda casi dos siglos de avances en materia de reclamo soberano argentino. Si bien el escenario para la Argentina era totalmente desventajoso, las condiciones en las que se suscribió dicha declaración conjunta dejaron mucho que hablar en medios tanto locales como extranjeros. El mismo, que era una vergüenza, tenía su explicación profunda en la comprensión que tenía el por aquel entonces gobierno de Mauricio Macri sobre el rol de la Argentina en el mundo y la necesidad de “pactar” con las potencias occidentales con el objetivo de asegurar la “inserción” financiera y especulativa minimizando los principios fundamentales de la política exterior nacional como la neutralidad en asuntos internacionales”.

¿La política exterior del país también se pone en juego en las próximas elecciones?

“En un mundo en constante convulsión y cambio, donde desde prácticamente 1991 existe un cierto desorden que se acelera constantemente expresado por la erosión hegemónica de los Estados Unidos y por el ascenso y la consolidación de zonas o bloques de influencia regionales liderados por potencias emergentes, apuntalando un multipolarismo heterogéneo. En este mundo desordenado, ¿cuáles son los procesos en desarrollo? ¿Qué papel juegan Latinoamérica y la Argentina? ¿Cuáles son los clivajes sobre la comprensión de ese papel que existen en disputa sobre las coaliciones políticas en pugna? Esas son los interrogantes que nos tenemos que responder partiendo de la hipótesis de que en las elecciones generales de este año, más que una simple carrera política hacia la Casa Rosada y de matices en la aplicación de consignas en política interior, existen dos modelos de inserción internacional totalmente yuxtapuestos que responderán de determinada manera a los estímulos de constante cambio y desafíos provenientes desde el plano exterior, así como también aprovecharán o derrocharán las oportunidades que se presenten”.

¿Qué orden político, económico y militar del mundo quedó atrás?

“Si hablamos de orden internacional es preciso retroceder a bipolarismo surgido en 1945, dinámica que perduró hasta 1991 cuando la Unión Soviética finalizó su colapso. Tras la Segunda Guerra Mundial, las potencias vencedoras crearon un marco institucional, político, económico, comercial y cultural propio del nuevo orden. Nacieron la ONU y su Consejo de Seguridad, surgieron el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el GATT, se articularon alianzas militares repartiendo el mundo en dos como la OTAN y el Pacto de Varsovia. En pocas palabras, se definieron dos zonas de influencias bien delimitadas donde los países periféricos, denominados por aquel entonces como el Tercer Mundo, ostentaban un margen de maniobra muy disminuido. Ahora bien, tras la caída del bloque Este, el planeta vio como solo uno de los dos poderes quedó vigente, concentrando la hegemonía. Esta rareza, es decir, el unipolarismo manifestado en el auge neoliberal y las directrices pactadas en el Consenso de Washington, no tardaría en agrietarse fortaleciendo la hipótesis de anomalía temporal. Ya por 1995 la propuesta norteamericana de globalización comenzaría a sufrir sus primeras crisis con el Efecto Tequila en México, la crisis de los mercados asiáticos en 1997, el colapso ruso de 1998, llamado “efecto Vodka”, la devaluación brasileña de 1999, el estallido argentino de 2001, el 11 de septiembre y la crisis de las hipotecas subprime en Estados unidos de 2008, todo eso en conjunción con la crisis de la zona del euro 2010-2015”.

¿A que dio paso la caída de eso orden bipolar que usted define como desorden internacional?

“Mariano Turzi, reconocido internacionalista argentino, plantea que el antiguo orden bipolar dio paso al “des-orden” donde una serie de fenómenos entró en constante dinámica y se fueron acelerando hasta la actualidad. Turzi menciona una serie de transiciones que comprenden, o que más bien explican, los cambios en el proceso globalizador y se dan en todas las dimensiones de poder, siendo fundamental la económica. Según estadísticas del FMI, en 1990 el Primer Mundo concentraba el 63% del PBI mundial mientras que los países emergentes configuraban el 37%. Para el año 2007 se alcanzó un empate entre el peso económico de cada bloque, aunque en la actualidad el Primer Mundo explica el 49% del PBI internacional mientras que los emergentes, claramente liderados por China e India, alcanzaron el 51%. El resultado también es un corrimiento del eje de poder desde el Atlántico Norte hacia la zona Asia-Pacifico. En materia militar se da un reposicionamiento de las alianzas estratégicas, siendo la más palpable la de la OTAN, vínculo militar encabezado por Washington y Europa cuyo principal propósito se sostiene en ampliarse hacia el este y de alguna manera, limitar el poder de una reconstituida Rusia bajo el mandato de Vladimir Putin”.

¿Qué pasa con China en este nuevo esquema internacional?

“Por su parte, Beijing estrecha cooperación con Nueva Deli y Moscú, mostrando musculo en ejercicios navales conjuntos. Es importante remarcar que institucionalmente el mundo vive una reconfiguración, donde el viejo orden se resiste ante el inevitable ascenso de poderes emergentes. El Fondo Monetario, el Banco Mundial y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ya no representan la distribución de poder actual y claramente requieren adaptaciones. Como contrapeso, la República Popular China articula su propia red de nuevos organismos que reproducen esta hegemonía. La nueva Ruta de la Seda y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, son dos ejemplos claros de esto como asociaciones por fuera de la lógica neoliberal y de subordinación propuesta por el FMI. Por último, las zonas donde la pugna hegemónica choca entre sí son testigos de conflictos directos como por ejemplo en Ucrania o de una sostenida tensión como en Taiwán. La manera que se inserte Argentina en este nuevo orden mundial se definirá en las próximas elecciones”.

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